Cuando uno logra superar los deseos de la carne (lo cual no es fácil), y vive en un plano existencial valorando y disfrutando de todas las cosas que nos rodean y que Jehová DIOS nos ha brindado gratuitamente, entonces es posible soportar largas continencias sin perder el control y hasta con la oportunidad de ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor (2P 1:5b-7). Esto no quiere decir que debemos renunciar a los deseos de la carne, sino que estos no deben controlarnos a nosotros, de lo contrario nosotros controlar todo tipo de deseos. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1J 2:15-17).