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En nuestra familia no nos caracterizábamos por tener una situación económica muy boyante pero, considerando que el resto de las familias que nos rodeaban tampoco se destacaban de ser acaudaladas, ello permitía que se nos clasificara como un grupo familiar pobre pero digno, tan similar a todos los demás. Eran los tiempos en que lo primordial era tener comida en la mesa y acaso un aparato de radio que cumpliera su función sin estereofonías ni rimbombo alguno. No se visualizaba en el futuro inmediato algo parecido a una multitienda y el mayor estruendo mediático lo producía una tiendita que se denominaba como “La Casa del Pie Chiquitito”.

Nadie imaginaba este devenir repleto de artefactos ultra tecnológicos y nos bastaba con escuchar música, las radionovelas y leer las revistas que sí tenían plena vigencia en los años sesenta. Yo era un estudiante menos que regular en el liceo Darío Salas y era un chiquillo silencioso, más por no tener nada que decir que por alguna actitud mística. Pobre del verbo pobre, a veces no tenía ni para comprar el frasquito de goma de pegar, pero como era ingenioso, cortaba unas semillas de los frondosos árboles de Avenida España y con esa materia pegajosa adhería los recortes al cuaderno.

Por lo mismo, cuando escuché que una tía abuela lejana, muy distanciada acaso por la diferencia de clase social que por los lazos consanguíneos, ya que era hermana de mi abuelo paterno, me regalaría un reloj, creo que me entusiasmé por el simple hecho que jamás había tenido uno. La señora en cuestión nos invitó a su mansión para entregarme el artefacto y partimos un sábado cualquiera con mi tía y una prima a visitarla.

Cuando entramos al chalet, quedé impactado ante la presencia suntuosa de un lustroso piano de cola que dominaba el ambiente. Hasta hoy me pregunto quién lo utilizaba, sabiendo por mi abuela que la señora nunca había tocado instrumento alguno y mi tío, hijo de ella, era un brillante abogado que jamás se le hubiera ocurrido sentarse en la banqueta para interpretar una dulce melodía.
Pura fantochería- diría más tarde mi abuela, al enterarse de la presencia de dicho instrumento musical.

Pero, volviendo al tema que me interesa, la tía aquella nos convidó a tomar once, nos sirvió unas desabridas galletitas y unos sándwiches en pan de molde que estoy seguro que no satisficieron a nadie. Pero, educados como éramos, no nos repetimos ni siquiera una sosa galletita.

Entonces, la señora se levantó de su silla, no sin antes reparar en mi parecido “idéntico con Luis”, mi padre. Aguanté eso con gallardía y esperé con disimulado nerviosismo que apareciera mi suntuoso regalo.

Nada de eso ocurrió, ni cajita lujosa envuelta en papel de regalo, ni un reluciente reloj con finísimas manecillas y pulsera dorada. Nada. Mi madre me lo había advertido: -uno tiene que ser agradecido con los obsequios ya que el que regala lo hace con el corazón.
Pues bien, mi parienta sacó de uno de sus bolsillos un relojito bastante desmejorado, con su cristal surcado por profundas rayas y correa de cuero envejecido. Lo recibí tratando de desdibujar la decepción en mi rostro adolescente. ¿Me lo regaló con el corazón?- me preguntaba para mis adentros, mientras observaba con disimulo el obsequio.
-Ahora Luchito chico tendrá como aquilatar el valor del tiempo- dijo la señora, inflada de orgullo por lo que ella consideraba generosidad absoluta.

Lo que más me sorprendió fue el comentario que hizo mi madre al mostrarle esa noche mi desgastado relojito: -¡Que vieja más tacaña! ¡Miren que hacerte ir a su casa para regalarte ese vejestorio!
Allí mismo se hizo añicos su sublime frase de “que hay que agradecer los obsequios, porque el que los regala lo hace con el corazón”.

Debo reconocer que el reloj en cuestión me duró varios años.
















Texto agregado el 27-11-2014, y leído por 324 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
10-12-2014 Amigo, el agradecimiento inicial se fortalece o debilita según "linda utulidad tempo" 5*s jee shou
28-11-2014 Muy bien, el final me sacó una sonrisa! Un verdadero placer leer historias asi 5* bishujoo
28-11-2014 Bueno amigo, ¿qué te puedo decir? A veces, los mayores marcan a los niños con tantas tonteras, sobre todo, con esas poses de humildad disfrazada. No creo que hayas tenido que agradecerle su regalo, como tal, ya que por lo que cuentas, fue un mero acto de vanidad. No obstante, nosotros sí le agradecemos que te haya dado un interesante argumento para escribir una historia tan reflexiva y entretenida. Un abrazo, amigo Guidos. Uno fueeeeeerte. SOFIAMA
28-11-2014 impecable como nos tenés acostumbrado. biyu
28-11-2014 A caballo regalao'... (¿no te hacían cocer engrudo con harina?, a mi se me pegaban de a tres o cuatro hojas juntas con esa cosa... debo reconocer que nunca se me habria ocurrido usar resina...) sabiel
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