Viernes Negro
Por: Samuel Soto Bosques
No bien se había tragado la cena, corrió a hacer la fila del viernes negro. Armado de un "shopper", un termo de café y algunas galletas saladas, se lanzó a cumplir con la sagrada encomienda de adquirir el octavo televisor plasma para la casa.
Cuando llegó al Mall, notó con amargura que cientos de persona se le habían adelantado. Un vistazo ligero le advirtió que la fila daba dos vueltas alrededor del edificio y que llegar hasta el codiciado televisor sería un acto de pura buena suerte.
No se desesperó. Faltaba mucho tiempo para la apertura de la tienda y pensó que en caso de no alcanzar comprar el televisor, tendría que optar por otras alternativas de compra. De modo que, se puso a revisar el "shopper" estrujado que llevaba.
Al revisar la quinta hoja de especiales, sus ojos se fijaron en la guitarra marcada a mitad de precio. Aún cuando él ni nadie en su casa tocaba guitarra, la marcó como alternativa de compra. Siguió buscando. En la próxima hoja vio algo que le llamó la atención. Se trataba del estéreo con que había soñado en sus años de mocedad. Su precio era similar al del Plasma, así que lo marcó como tercera opción. No busco más, después de todo pensó, " a la tercera va la vencida."
La noche corrió sin contratiempos, algo divertida. Hubo gente que llevó su mesa de dominó, y aunque no tuvo oportunidad de jugar, se entretuvo observando. Patrocinó al de la guagua de hog dog, y aceptó las arepas de la señora delante en la fila. Desde el punto donde estaba escuchó musica navideña trasmitida a través de un radio portátil. Las jóvenes con sus ropas ligeras eran un espectáculo de por sí.
Cuando abrieron la tienda eran las seis de la mañana. Una estampida de hombres y mujeres se adentraron corriendo. El desorden duró dos horas. Eran las 9:05 de la mañana cuando Alfredo llegaba frente a la cajera. Había perdido su termo, llevaba un ligero rasguño que no traía, pero cargaba con la computadora portátil, una compra de consolación con veinte dólares de descuento.
|