Ambición en picada
Ocultaron la camioneta tras unos arbustos y esperaron que llegara el camión con el tesoro... Esteban hacía dibujos en la tierra con el pie, mientras su mano derecha sostenía un cigarrillo americano, de esos que vienen de contrabando en la Zofri. Era la segunda vez que participaba en un atraco y ya soñaba en la enorme suma que recibiría. En Brasil, cavilaba, disfrutaría todo lo que no había gozado aquí; mulatas hermosas, playa, arena y sol... José pensaba formar un negocio de venta de armas. Él sería socio capitalista y Joao, quien vivía hace más de un año en Rió, aportaría sus conocimientos. Cuando lo conoció en el presidio de El Manzanar, cerca de Linares, donde purgaba una condena por secuestro y asesinato, quedó sorprendido por su gran facilidad para elaborar armas hechizas. La vida en las favelas de Río de Janeiro enseña mucho, sobretodo, a sobrevivir. Porque quien no aprende a matar, muere. Pablo había estado preso 6 años por el asesinato de un comerciante. En realidad, su intención no fue eliminarle, pero cuando el anciano se agachó para sacar del mostrador su revolver el no dudó en disparar. La grave herida que ocasionó al hijo del tendero se debió a los gritos que éste dio alertando a los vecinos. Hace 11 meses había salido de la cárcel y la idea de emigrar no le pareció mal. Siempre un hombre con dinero es recibido bien en todas partes... Ellos sabían que el vehículo, verdaderamente, no transportaba valores, sino algo mucho más interesante; cerca de tres millones de dólares en barras de plata del mineral La Querida. Sin embargo, la operación no sería fácil, ya que venía escoltado por un vehículo blindado. Eran tres contra siete guardias, todos bien entrenados. En la camioneta, no obstante, llevaban un lanzacohetes Firedream y media docena de escopetas rusas de alto poder que José obtuvo de un traficante boliviano, a quien engañó y asesinó cerca del cerro Paroma, tras una emboscada que preparó junto a sus compinches. Siguiendo el plan, volcaron una carreta al final del recodo del camino. Cuando los coches se encontraron con el obstáculo, inmediatamente dieron marcha atrás; fue en ese momento que Pablo les cerró el paso con la camioneta, disparando contra ellos. Esteban se ocultó tras una roca y también abrió fuego. José hizo dos tiros certeros con el lanzacohetes y destruyó el vehículo con sus cuatro ocupantes, luego apuntó al camión haciendo volar la puerta lateral. Dos guardias descendieron del móvil disparando locamente entre el fuego y humo. El gordito fue abatido de un balazo en el rostro y el otro, agónico, cayó al piso sangrando profusamente de su pecho. La bala había atravesado el chaleco protector. José pronto encontró la llave de la puerta trasera en la ropa de uno de los muertos y presuroso la abrió. Una parte del rocket había dado de lleno en el guardia que custodiaba los lingotes y todo era un reguero de sangre y vísceras. Pablo acercó la camioneta y los tres hombres se pusieron a cargar el botín. Les tomó cerca de veinte minutos la operación. Veinte minutos llenos ansiedad y animal terror. Si alguien los descubría tendrían que matarle. No era posible dejar testigos.
En las cercanías de Paipote les esperaba una avioneta. Raúl De Souza, piloto de nacimiento, como gustaba decir de sí mismo, había trabajado para el cartel de Putumayo, en la selva peruana. Sorprendido por la policía federal en un sucio burdel de Manaos, tuvo que pasar cinco años en una cárcel de Recife. Joao le había contactado. Con el dinero del botín compraría una avioneta propia y se dedicaría a realizar charters en el Amazonas. No más delito, ni drogas. Estaba cansado de todo ello. Una vez que cargaron los lingotes, los cuatro hombres sintieron que la fortuna no los abandonaría. Cruzar la cordillera fue algo relativamente fácil para De Souza; sin embargo, el enorme peso que traía y el fuerte viento sonda del norte argentino, dificultaron el control de la nave. El habitual buen humor del brasileño se trocó en silencio y preocupación. De pronto, un golpe feroz azotó el alerón izquierdo. La avioneta empezó a girar en picada y la carga se vertió violentamente sobre los tripulantes...
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