CAMINANDO HACIA EL INFIERNILLO
PARA LLEGAR AL CIELO
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Todos tenemos historias que contar, a veces es nuestra propia vida que está arraigada en lo más profundo de nuestro ser, o historias que nos contaron, amigos, familiares o simplemente personas que conocimos esporádicamente. De la señora Piquet, Huamancuri, que así se apellidaba su pareja, no sabía nada, la conoció y desde ese instante comenzó para ellos una historia diferente a todo lo vivido hasta esos momentos. Vivía en Lloret de Mar y tenía un grupo de amigas todas sin parejas. Aparentaba ser la más tímida del grupo, a pesar de ello fue la que consiguió pareja antes que todas las sesentonas que se tildaban de ser sus amigas. Éstas no eran malas, siempre se daban la mano para solucionar cualquier problema, ayudando, pero no podían entender cómo la Piquet sonreía cada mañana de felicidad. Cuantas veces quiso contar su historia a Huamancuri, pero por su timidez se cortaba, así mismo, cuando llegaba cierta amistad a su apartamento, justo en el instante que se daba valor para sacar de sus adentros su vida pasada.
Su pareja, no había día en que no escuchase su apellido seguido de una petición milagrosa, que por lo menos; aliviase cualquier enfermedad casi incurable, para la medicina moderna. No así para tradicional. –. El padre de Huamancuri como buen curandero, sin llegar hacer chaman, le había enseñado el conocimiento de casi todas las hierbas, plantas y tallos que crecen en el Perú y que salvan vidas. Le envió a la Argentina para estudiar medicina, pero no terminó, lo mismo le sucedió con la medicina natural, pero a pesar de todo, se dedicó en cuerpo y alma a estudiar las técnicas antiguas, baratas que sí curaban. Pues a esta señora que lo llamaba con tanta insistencia del jardín de la piscina, que colindaba justo con el balcón del pequeño apartamento de la señora Piquet, ese día tuvo que atenderla. Como es lógico, le dijo que suba. En poco tiempo narró toda la historia de su madre, y Huamancuri se interesó, hasta quedó con ella para visitar a su progenitora. Muy cariñosa y agradecida se despidió con un par de besos. La Piquet que no era celosa, observó la cariñosa despedida de la amiga y solo dijo que ya se estaba haciendo famoso en el vecindario en tampoco tiempo. A la señora Piquet no le gustaba que lo llamasen por su apellido, a él no le importaba, porque era muy bonito, además tenía un hermoso significado, halcón de oro. A pesar de ello, siempre le llamaba por su nombre: Julius.
La amiga Mireia, conservaba la hermosura de la juventud, su cuerpo delgado, guardaba hermosos secretos, su cuello largo sostenía su linda cabeza, donde resaltaba su rostro que sin hacer caso a la edad, se veía impoluto. El día que vio a la madre, recién pudo comprender el porqué de la belleza de la Mireia, pues la madre con todos esos años a cuestas, se veía tan joven como la hija, solo el renguear y las dos piernas vendadas, le daban cierta diferencia. En pocos segundos, se ganó la confianza de la señora que no tuvo reparo en mostrar las ulceras de la pierna izquierda y de la derecha. Ambas a la altura de los tobillos, Huamancuri conocedor de la enfermedad, se dio cuenta que la señora aguantaba el dolor estoicamente, como desprendía un olor infecto. Recomendó realizar un análisis de piel, para ver el grado de infección. En ese caso nada tenía que hacer por ahora. Menos mal que se llevaron de su consejo. El médico de cabecera de la enferma ordenó el análisis y al comprobar que había infección, le recetó un potente antibiótico, que le calmó en parte el dolor. La Piquet, mujer de mediana estatura, de contextura gruesa, cabellos rubios y ojos medio azulados, pintaba cuadros, y no lo hacía tan mal y muchos se expusieron en el salón principal de la Municipalidad de Lloret de Mar. Tenían más de dos años como pareja y se llevaban bien, jamás discutían por nada, y lo más importante, cada uno tenía su espacio para desarrollar lo que quisiese. Julius, aprovechaba su espacio escribiendo, y ella saliendo con sus amigas. Había días que Julius la notaba un poco triste, parecía que deseaba contarle algo, pero en el instante que lo iba hacer, siempre surgía un impedimento y guardaba su historia en el fondo de su alma. Tenía un perrito muy pequeño, él era que le pasaba la voz antes que el timbre sonase, ladraba y ladraba hasta que ella abría la puerta. Así sucedía también, cuando una persona se paraba casi debajo de su balcón, el perro ladraba hasta que ella saliese, paraba de ladrar, en el punto que su dueña comenzaba a charlar. La Piquet salió y encontró a Mireia, charlaron y luego preguntó por su compañero. No hubo más remedio, tenía que salir para ir a la casa de esas mujeres hermosas. Antes de partir se hizo de dos frascos de Hercampure. Él sabía que el Hercampuri era un desintoxicante sanguíneo que ayudaba a eliminar los lípidos de baja densidad de la sangre. Así mismo, que Facilitaba la circulación y debido a su acción diurética se usaba desde tiempos remotos para normalizar la presión sanguínea. Que brindaba energía al organismo debido a que contribuía a balancear el metabolismo, ya que mejoraba la circulación, haciendo llegar la sangre hasta esos puntos en que los vasos sanguíneos estaban obstruidos, mejorando la úlcera.. La señora quedó contenta con sus dos frascos, le recomendó que tomara el primer día seis cápsulas. Tres veces al día, después tres al día, hasta terminar el frasco. Luego que vaya donde un médico cubano que curaba esas úlceras con Hemoterapia y ozonoterapia. La Gentianella Alborosea, perteneciente a las Gencianáceas, cuyo nombre es conocido como Hercampure, crece en la Región Andina entre los 2,800-4,300 en las tierras altas, de Huánuco, Junín, Ayacucho, Ancash, Amazonas. Cusco, Cerro de Pasco y Cajamarca. Esos dos frascos eran los últimos que le quedaban y como hacía más de tres años que no retornaba al Perú, decidió visitar a sus parientes y de paso ir a Huancayo en el tren turístico, que le daba mucha ilusión. A pesar de no haber terminado la carrera de medicina y la de medicina naturopática, tenía grandes conocimientos de las raíces, hierbas y tallos que curaban casi todos los males que sufren los humanos. Al principio esos conocimientos le hacía disfrutar de cierta especie de voluptuosidad en creerse ser el mejor en ese campo. Pero menos mal, repentinamente; nació el deseo de ponerlos en práctica, alejando las tontas primigenias ideas. Después de charlar con Piquet, no hubo problema, puesto que decidieron que ambos viajarían al Perú.
El día de la partida fue emocionante, un amigo de ella los llevó al aeropuerto, era la primera vez en su vida que la señora Piquet iba abordar un avión. No se despegaba de la mano de Julius y cuando se iban acercando al avión, temblaba como reo que se dirige al patíbulo. Él no veía el instante en que la señora Piquet pudiese sentarse, a trancas y barrancas consiguió su objetivo. En el asiento sudaba frío por ese miedo irracional. Volvió la calma cuando despegó el avión y como todo iba de lo más normal se olvidó de sus miedos. A la incontrastable ciudad de Huancayo, Julius no iba más de 15 años, ahora viajar por tren a esa ciudad era muy distinto, el boleto se compraba con anticipación, en las fechas indicadas por la administración. De lo contrario la espera para el próximo viaje era larga y desesperante, si uno es viajero. El tren turístico salía de la estación de Desamparados, poseía cuatro vagones turísticos, con asientos tipo pulman reclinables, ventanas panorámicas, luz de lectura, calefacción, aire acondicionado un coche mirador y tres vagones clásicos. Que en resumidas cuentas quería decir, sin nada de lo mencionado precedentemente. Tuvieron suerte, porque al día siguiente fueron a la estación del tren para realizar tremendo paseo. Después sería muy dificultoso. La hermana de Julius al enterarse que iba al Perú con la señora Piquet, cocinó comida peruana, reunión en la cual asistió toda la familia. El problema surgió, por lo tarde que se acostaron y levantarse temprano, en esos momentos era tarea de chinos, debido a que el tren iniciaba el recorrido a las siete de la mañana. Julius había leído mucho sobre la magnífica construcción de la ruta de este tren y en esos momentos tensos antes de la partida, solo recordaba las palabras que le dijo Enrique Meiggs, encargado de construir el trayecto del tren, al presidente del Perú José Balta: “Yo colocaré rieles hasta donde puedan caminar las llamas”. El viaje duraba doce horas. Es único en Sudamérica, dentro de los de trocha normal, que alcanza 4,835 msnm en el punto denominado Ticlio. Para alcanzar su objetivo el tren atraviesa 58 puentes, 69 túneles y seis en zigzag. La señora Piquet al sonar la campana de la estación, se cogió del brazo de Julius, al instante que cerraba sus ojos al escuchar el silbato del tren que daba inicio a su recorrido. Al no creer en Dios intentó tragarse sus miedos y demostrarle a su acompañante que estaba tranquila. Pronto el tren dejó lo más feo del paisaje que no podía evitar en su recorrido y comenzó a mostrar su cara más bonita a la altura de Santa clara. La señora Piquet ni se enteró de la primera parada del tren en Chosica. Abrió sus ojos a insistencias de Julius, él le comunicó que el coloso de hierro y madera tendría que parar en San Bartolomé. Minutos más tarde el tren se detiene al alcanzar los mil quinientos metros sobre las playas de la Costa Verde. La mayoría de turistas abandonan sus asientos, unos para fotografiar, filmar o simplemente observar el cambio de tornamesa. La operación dura pocos minutos, luego la sirena anuncia la partida. A medida que avanzan a la ciudad de Huancayo, aparecen como un milagro, los túneles que cual macrófagos se tragan al gigante de hierro y madera. Se anuncia que se aproximamos al puente Carrión, en la quebrada de verrugas, Son 218 metros de longitud que recorre el tren. Los viajeros se inquietan, todos desean ver y perennizar el momento, con fotos, filmaciones, otros solo grabarlo en su memoria. La señora Piquet, ese instante, parece quedarse dormida, Julius no quiso despertarla. Cuando todo volvió a la normalidad, ella abre los ojos y le dice que algo extraño le ha pasado, sintió que retrocedía al tiempo hasta la edad de cinco años. Se vio sujetando la mano de su padre que era ciego y que caminaban de lo más normal por las calles de Santa Coloma d Gramanet. Para la niña que era en ese entonces, las salidas con el padre ciego a las diez de la mañana, era como un ritual. El padre le hablaba de cosas que aún ella no entendía y luego de caminar largo tiempo por el barrio, regresaban al hogar. Cuando terminó de hablar, Julius le dijo, por qué no le había contado esa historia antes. A lo que la señora Piquet respondía, que siempre se interrumpía su relato por hechos fortuitos. Julius le dijo un poco angustiado que en la construcción del recorrido del tren, muchos trabajadores en estado calamitosos dejaban este mundo y la minoría que aún quedaban en pie, extranjeros, lloraban por salir de aquel lugar. Se dice que de cada diez trabajadores, morían seis, entre chinos y negros todos inmigrantes afectados por el mal de la verruga. Callaron y mirando los paisajes maravillosos de esa única naturaleza, se refugiaron en sus largos brazos. Pero en aquel viaje, el tiempo parece desaparecer, uno se olvida de que existe. La señora Piquet le miró a los ojos, luego preguntó si quería seguir escuchando algunos pasajes de su vida. Julius le dijo que sí. Ella mencionó el porqué de estar sola, el porqué de no tener ni un solo familiar a estas alturas de la vida. Que la justificación se tornaba sencilla, porque su padre se volvió a casar cuando cumplía casi sesenticinco años. Que la señora Piquet fue criada por la hermana mayor, porque la madre murió en el parto. El padre que adoraba a la hija, murió cuando ella frisaba los once años. Al dejar la escuela se puso a trabajar con su hermana, en un negocio propio de ella. Recordó a su madre y algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Ella le decía que su madre era muy mayor, alta fuerte, de brazos macizos, más su cabeza contrastaba con sus hombros que curiosamente se veían pequeños. Además unos surcos profundos habían ahondado su frente. A pesar de ello, se veía hermosa. Al dejar de hablar, Julius le explicó a cerca de la enfermedad que mató a esos trabajadores, , le dijo. Así mismo, que por estudios de las momias, cerámicas y piedras, se sabe que fue identificada desde la época precolombina. Durante el gobierno de los incas, Huayna Capac y muchos de los habitantes del imperio, murieron a causa de esta enfermedad. En la construcción de este trayecto, murieron siete mil trabajadores de los veinte mil que trabajaron. La señora Piquet, no le impresionó el relato de su acompañante, se le veía normal. El tren en su recorrido les iba mostrando coloridos pueblos que alegraban el paisaje de la cordillera. De súbito la ferromoza anuncia que en breves momentos pasarían por el puente del Infiernillo, ubicado a tres mil 300 metros sobre el nivel del mar. Julius tenía mucha ilusión de verlo, y comprobar lo grandioso de su construcción, había leído que el cañón del infiernillo era una formación geológica, originada por el poder abrasivo de las turbulentas aguas del río Rímac en su afán de abrir camino sobre las rocas andinas que obstaculizan su descenso por el valle rumbo a la costa y el mar. Un proceso que debería durar millones de años. En mil ochocientos setenta y ocho, en la construcción del trayecto Lima Huancayo, se perforó sendos túneles en ambas moles que forman el cañón, para luego unirlas con un puente de hierro. De tanto leer y pensar Julius se quedó dormido, como la señora Piquet, no era participe de su ilusión de ver el puente del Infiernillo, no lo despertó, el seguía dormido, a pesar de los ruidos que hacían los turistas para inmortalizar el momento. La vista mantiene absortos a los turistas, quienes tratan de comprender el cómo y en qué circunstancia se pudo construir tremenda obra de ingeniería entre abismos, quebradas de la Cordillera Central de los Andes. Sin dejar de perennizar el momento con sus poderosas cámaras, uno mira el rostro de esas personas, y nota la cara de satisfacción por el placer percibido: paisajes, túneles y puentes que nos brinda unos de los trenes más alto del mundo. Cuando despertó, el tren ya iniciaba el ascenso a razón de 16 metros por minuto hasta llegar a la estación de Ticlio a cuatro mil metros de altura. Ambos estaban despiertos, vieron a muchos pasajeros pedir oxígeno para aliviar los estragos del soroche: mareos y dolor de cabeza. En Ticlio el tren de turismo se detuvo, los pasajeros abandonan sus asientos para contemplar los nevados y lo más hermoso, los pastizales de ichu que llegan hasta las faldas de los nevados. La señora Piquet sin alejarse de Julius contempla el paisaje, de pronto sus ojos comienzan a tener ese brillo acristalado, él cree que es presa del soroche, le sugiere regresar al tren, no le escucha, tiene miedo que le pueda pasar algo, toca sus manos, están frías. La abrazó y sin arrastrarla la llevó hasta su asiento, a los pocos minutos, su semblante va cambiando, hasta llegar a la normalidad. Le pregunto si se sentía mal, si le dolía la cabeza, no contesta, solo dijo que escuchara con mucha atención lo que iba a decir, ella no se daba cuenta que su padre no podía ver y que cuando salían de paseo, pensaba que era él que guiaba la caminata. Fue casi al cumplir los once años que recién la luz vino a su cerebro, pero al poco tiempo el padre murió repentinamente de un ataque al corazón. Miles de preguntas cruzaron por su mente que nunca pudo dar respuesta Deseaba seguir hablando, pero Julius no quiso que siguiese martirizándose y le invitó abandonar el tren turístico. Percibieron el campamento minero de Casapalca, y las lagunas de relaves mineros. Apareció un gigantesco cartel que decía: Bienvenidos extraterrestres. Lo que manifestaba la señora Piquet, le parecía Julius un querer desahogarse, la razón era clara, la altura, los paisajes de fábulas y ese tren turístico que daba la impresión de ser una enorme carroza que los transportaba, al cielo o al infierno, la motivaron para sacar sus recuerdos que dormitaban sin esperanza alguna de volver a la vida. Pero el tren tenía que continuar su recorrido, la ferromoza anunciaba que entrarán al túnel más largo, al pie del monte Meiggs. La galera, que tiene 1,176.85 metros. De ahí, el tren inicia la ruta del descenso siguiendo el curso del río Yauli hasta llegar a la confluencia con el rio Mantaro en la Oroya. Todos los pasajeros permanecen en sus asientos, el tren da la impresión que está cruzando por un campo santo, hay un silencio único, el miedo flota en el ambiente y los turistas no desean ver ese trayecto. Aprovechó la oportunidad y le preguntó a la señora Piquet por su estado de ánimo. Ella lo mira y dice que está normal y lo que le ha contado, no era fantasía, era su propia vida. Él no quería aceptar lo narrado por la señora Piquet y pensaba que lo contado era producto del mal funcionamiento del cerebro por el mal de la altura que hace ver cosas que se apartan de la realidad. Pero, recapacitaba que la señora Piquet, no tenía síntomas de aquel mal, ni de otro, estaba más fuerte psíquica y físicamente que él. Así que, hizo esfuerzos por olvidar esas escenas que esos momentos no entendía. El tren de turistas después de cruzar la ciudad enferma de la Oroya, descendió hacia el valle del Mantaro. . Manifestó un antañón. Le comunicó a su compañera de viaje que pronto se llegaría a la ciudad de Jauja, que fue la primera capital del Perú. Hasta que se fundó Lima. Ciudad poblada por los huancas enemigos acérrimos de los incas. Le indicó que allí existía la laguna, llamada Paca, la cual guardaba entre sus aguas las más fascinantes historias y relatos. Se decía que en el fondo de la laguna, se encontraba la bases de los platos voladores, cuando había luna llena salían, alineados en forma India. Los habitantes de esa zona, tan acostumbrados a tales acontecimientos, ya no le daban importancia a esos fenómenos. Algunos hablaban con tanta naturalidad que daba la impresión de estar charlando con uno de ellos. La señora Piquet escuchaba con mucha atención, cuando los labios de Julius callaron, dijo que en la actualidad esos platos voladores ya no se encontraban allí. Lo había leído hace tiempo en una revista. Además, dijo que ahora los extraterrestres caminaban como cualquier mortal por calles y avenidas. Julius no quiso responder a la Piquet y permaneció mudo, mirando por la gigantesca ventana como iban apareciendo valles y quebradas con inmensos bosques de eucaliptos. Antes que la ferromoza anunciara que pronto se llegará a la ciudad de Huancayo, la señora Piquet le dice a Julius que escuche el final de su breve historia. Él pone atención y ella dice que a la edad de veinticinco años se casó con un joven de su misma edad, que los años pasaron deprisa y en todo ese tiempo no pudo tener hijos. Pero fue muy feliz al lado de su esposo, hasta que él enfermó gravemente. Fueron muchos años de sufrimiento, pero que ella siempre estuvo a su lado hasta el día que dejó esta tierra. Que jamás pensó tener otro compañero, pero que la providencia, cuando ella menos lo pensaba, le dio otra oportunidad al conocerle. Varias lágrimas se escaparon de sus ojos y en aquel punto sus labios se sellaron. El tren se detuvo, era el punto final de su recorrido. Antes que los pasajeros abandonaran al coloso de hierro y madera, la ferromoza aconsejó visitar El criadero de Truchas de ingenio, el Cerrito de la Libertad, y otros lugares de gran importancia. El gigante de fierro y madera, cumplió con llegar a destino y ningún pasajero ya no podría olvidar el trayecto: camino al Infiernillo, para llegar al reino celestial.
FIN
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