Pobre mi sicólogo
Debe parecer un accidente…debe parecer un accidente… De pronto me sorprendí mascullando estas palabras. ¿Qué me pasa? ¿Tendrá razón mi hermana y estaré volviéndome loco? ¿Porqué este odio repentino contra el pobrecito Andrés?
A ver, revisemos los acontecimientos. Andrés me dijo que seguía soltero y virgen, pero no me dijo que estaba saliendo con Erika (mi ex), lo que hace imposible que siga virgen. O sea, me mintió. Me engañó miserablemente seguro que para reírse de mí. O quizás no me comentó lo de Erika para que yo no me sintiera mal. Entonces es un buen muchacho.
Ya no sé qué pensar. ¿Será un hijo de puta o un excelente amigo?
¿Me vengaré o no?
Creo que la mejor solución sería que yo reconquistara a Erika, pero ya pasaron varios años desde lo nuestro y posiblemente no me dé ni cinco de bola. Además estoy viejo, panzón y pelado y ella parece estar más joven que nunca. Estoy seguro que mi maldito corazón me traicionaría y terminaría enamorado de ella, como un boludo.
¿Qué hago?... la reputa que me parió.
Olvide, amigo, dirán algunos, pero olvidarla nunca podré… ¡mierda! Me olvidé hasta de la letra del tango… Estoy hecho una piltrafa humana.
Ni lástima podría provocarle. Porque recuerdo que escribí un libro sobre como conquistar a las mujeres y uno de los capítulos estaba dedicado a como inspirar lástima (un poquito, no mucha) y ganarse a las minas de espíritu maternal. Pero hasta de eso me olvidé.
¿Será que me está atacando el alemán maldito ese? ¿Cómo carajo se llamaba? Alfiezer, Algieser, Alfinfi, algo así era…
Esto me hizo recordar un pensamiento de Federico Nietzche:
Hubo dioses que querían la desgracia,
otros que preservaban de la desgracia y
otros que consolaban a los desgraciados.
Si me puede acordar de una frase de Nietzche que leí hace mococientos años, no puedo estar atacado por el maldito alemán. Porque dicen que lo primero que ataca es a la memoria. Y yo me recuerdo desde que era bebé y me caí del catre. Debo haber tenido uno o dos años y ¡todavía me acuerdo!
Todos estos locos pensamientos me los provoca mi reciente encuentro con Erika. Tengo ganas de escribirle una carta:
Erika: Me has revuelto sentimientos olvidados, que llevaban mucho tiempo ocultos, junto a la tierra que un día usé para sepultar viejos amores.
Algunos mitos suelen ser verdad. Dicen que besarse bajo la luna llena, promete amor eterno. ¿Recuerdas cómo nos besamos esa noche, junto al río? ¿O cuando corríamos por los andenes vacíos, al postrer tren que te llevaría a tu casa y lo perdimos?
No podemos permitir que de nuestro amor, solo queden cenizas que alimentarán al viento con nuestros recuerdos…
¡A la flauta! Todavía me queda hilo en el carretel. No estoy loco ni enfermo, a pesar que estar mal, estar un poco enfermo me es más llevadero que estar demasiado bien.
¿Qué hago? Si continúo yendo al sicólogo, los celos me matarán y terminaré peor…¿Peor que quién? Si yo estoy sano, mi corazón está libre… no tengo nada que temer… pero de cualquier manera, creo que cambiaré de sicólogo. Será por mi bien.
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