Estas marionetas despiertan entre hilos cada mañana,
Y les pesa su amargura armada de una madera que dejó de ser primaveral,
Que ahora veo enmohecida por las tinieblas del odio.
Hay un esmero en pensar sin el aserrín molestando en su vacío cerebro,
Y sus manos despiertas, tocan el mismo vacío que el tiempo en sus huesos falsos.
Ellas, lúcidas y locas, recuerdan la rutina de un show diferente que se planta cada día tras sus ojos de vidrio.
Estas marionetas descansan cansadas, en su propia caja, con una culpa ahogante, bajo los tirantes enredados de sus ropas, en un cuento que no pudo ser leído.
Y cada vez que nacen, sonríen a momentos grises,
Y mueren en una carcajada sorda, sin cosquilleos ni visión de las luces.
Esas marionetas, tras los años,
Se amontonan en una esquina, sin darle forma a la madera.
La mano ancha, sin calor
Las aprieta como el otoño cuando atrapa a sus árboles, porque las extraña, y de esa sierra que han salido, las amenazas las alcanzan en sus sombras.
Ellas que no saben nada,
Menos ven que es fácil abrir las cajas, tomar impulso, suspender los hilos en el cielo
Y ser protagonistas de su propia rutina...
las marionetas no están muertas,
nunca han vivido una historia que merezca ser contada...