Había una vez una nena llamada Juanita que le gustaba mirar la televisión todo el día.
Una mañana, se levantó, apretó el botón del control remoto y Click prendió el televisor. Pero ni bien aparecieron las imágenes… Clock se apagó.
—¡Se cortó la luz! y ahora... ¡¿Qué hago?! ¡Guaaaa! —lloraba Juanita a los gritos.
Mamá, papá, abuelita y hasta el perro Guau corrieron a buscarla pensando que se había caído de la silla.
La abuela trataba de consolarla:
—Cuando yo era chica no había televisión. Escuchábamos nada más que un programa de radio y el resto del tiempo andábamos en bicicleta, subíamos a los árboles, paseábamos a las muñecas, jugábamos a la rayuela, a las bolitas… ¡Y qué sé yo cuantas cosas más!
Juanita dejó de llorar y abrió la puerta de la casa que daba al jardín.
Pestañeó un poco porque no estaba acostumbrada a la luz del día y comenzó a caminar sin saber qué hacer.
La abuela se asomó con la muñeca y el cochecito.
—¡Mirá Juanita! Tesita quiere tomar sol.
Juanita la acomodó en el cochecito y le puso un gorro para protegerla del sol. Tesita estaba tan contenta que no paraba de hablar. ¡Hacía tanto que no la sacaban a pasear!
A la hora del almuerzo mamá la llamó:
—¡Juanita! ¡A comer!
Mientras comía le contó a papá y mamá sobre su paseo con Tesita.
Cuando terminó le dijo a la abuela:
—Vamos a la plaza abuelita. A ver si hay chicos para jugar.
Y allá se fueron los cuatro: abuelita, Juanita, Tesita y el perro Guau.
Se hamacaron, se tiraron por el tobogán, fueron a la calesita…
En la arena se encontró con Sofía y Ana, y se hicieron muy amigas las tres.
Para merendar la abuela les compró helados de frutilla y limón.
Jugaron toda la tarde hasta que empezó a bajar el sol y cada una volvió a su casa.
Cuando Juanita se fue a la cama, papá le contó un cuento.
Juanita estaba feliz.
—Papá, mañana voy a mirar solamente mi programa favorito y después me voy a jugar a la plaza con mis nuevas amigas. ¡Porque hoy fue el día más divertido de mi vida!
Y colorín, colorado, el televisor de Juanita, desde ese día, estuvo mucho tiempo apagado.
Autor: María Mercedes Córdoba
Buenos Aires- Argentina
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