Mi mamá, Graciela Gómez de Ojeda, trabajaba como profesora en la escuela urbana de niños o concentración Santander. Un buen día, cansada de las borracheras de mi papá, Saúl Ojeda; decidió hacer permuta de trabajo, es decir, ella se iba a dictar clases en la escuela de la vereda de Pueblo Nuevo, en el sitio la Chivatera, a media hora de camino del pueblo y la profesora que estaba allá, se venía a la escuela urbana con el fin primordial de alejar a mi papá de sus amigos, de la cerveza y de las cartas.
En la escuela del campo, se estudiaba de lunes a sábado en el horario de 8 a 11 de la mañana y de 1 a 4 de la tarde. Yo estaba en el curso tercero, en el mismo salón estábamos los niños y niñas de toda la primaria, es decir, de primero a quinto.
Uno de mis compañeritos, era Bernardo, que vivía cerca a la escuela. Un buen día, a primera hora me conto que la yegua había tenido cría y me invito a que por la tarde, cuando termináramos clases nos fuéramos y lo acompañara a achicar la yegua (llevar la yegua a una especie de establo para que pasará la noche) y de paso conociera el potrillo.
Así fue, arrancamos para la casa de él, y doña Anita, la mamá de Bernardo, nos tenía onces, harina de los siete granos con aguadepanela. Jugamos un rato, subiéndonos a los arboles y espantando gallinas que se acercaban a comerse el maíz desgranado que estaba sobre un plástico en el patio para que se secara.
Doña Anita, le dijo a Bernardo que ya era hora de ir a achicar la yegua y él me hizo una seña con la mano de que lo acompañara. Le puso una ruana vieja de silla y acerco la yegua a un tronco para poder montar, indicándome que me subiera. A mí me dio miedo y le conteste que usted montara y que yo me iba detrás correteando el potro.
Bernardo se monto, y la yegua se fue al trote y detrás el potrillo dando saltarines. Yo, muy contento corriendo detrás de ellos, le cogí el rabo al potro y este levanto las patas traseras y me puso una coz (patada) en la boca. Ahí me pasó la alegría, me puse a llorar y a gritar a mi mamá, poniéndome la mano en la boca y sosteniendo los dientes delanteros que me aflojó. Bernardo llego al trote en la yegua y consiguió agua, me lavó la cara y me hizo tomar.
Llegamos a la casa y doña Anita me limpio bien la cara, me dio aguasal y mando a Bernardo que me acompañara a la escuela. Cuando llegue allí, me puse a llorar pensando que mi mamá me iba a castigar. Ella me abrazo, me consintió y me hizo hacer buches con arto café. Era viernes, y ella me dijo que al otro día nos íbamos temprano para que el domingo en el pueblo nos atendiera don Triana.
Él, era el dentista del pueblo, don Triana atendía los domingos y venía de un pueblo llamado Belén. Su consultorio estaba ubicado en un segundo piso de una casa vieja y grandota. Para subir al consultorio, había que pasar por un patio grande que lo convirtieron en una cancha de tejo.
Llegar allí, era todo un sacrificio, porque el compresor sonaba mucho y el ruido era espantoso, que por lo menos a tres cuadras del consultorio se escuchaba y desde ahí el miedo era terrible.
Subimos con mi mamá como treinta escaleras de la casa para llegar al consultorio y en medio del horrible y temeroso ruido don Triana me hizo sentar en la silla de odontología, me acomodó, me revisó la boca y en menos de dos minutos me saco los dientes que estaban que se caían.
Hasta ahí llegaron mis dientes permanentes y don Triana le dijo a mi mamá que me dejara crecer un poco más y que él me hacia una caja de dientes que me quedará bonita.
Él, lo que hacía era extraer dientes y muelas y hacer cajas. Los habitantes de Socotá, especialmente los del campo, cuando les daba un dolor de muela tomaban mejoral para aliviar el dolor y cuando este era tan fuerte ingerían aguardiente hasta quedarse dormidos.
El domingo muy temprano llegaban al consultorio del dentista, a que les sacará la muela que los había martirizado toda la semana, de día y de noche, y él, de un jalón, con unas pinzas tenía la muela afuera. Allí, no se conocía el arreglo de dientes con calzas, con cemento, con estrellitas, solo se hacia la exodoncia y se estrenaba la caja de dientes, por eso, es que mis dientes son de poner y quitar.
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