SILENCIO DE CEMENTERIO

El pueblo se había extendido hasta su límite comunal, así que al “Club Atlético Nuestro Porvenir” no le quedó otra opción que arrendar una parcela rural adyacente al cementerio para esa cancha de fútbol que tanto le reclamaba sus asociados…
Desde en aquel tiempo cada domingo en esa zona el aire se cortaba en dos; por un lado vagaba el recoleto silencio de algunos deudos evocando a esos seres queridos que ya no volverán, y por detrás de la tapia bullía hasta el estallido de un gol, el continuo vocerío de los aficionados al deporte más popular…
Este contradictorio ambiente llegaba a su máxima expresión el Día de los muertos, cuando la fecha coincidía con un ineludible partido por la liga interprovincial. Entonces la concurrencia a esta necrópolis también era multitudinaria, sin embargo el recogimiento debido se sobrellevaba estoicamente, sin malestar ni reclamos que comentar por lo bajo.
Esto se explica fácilmente; esa cantidad de personas compungidas, en el próximo fin de semana, estarían igualmente eufóricas sobre una grada,saltando y gritando por uno u otro equipo local…
Esta forzada aceptación se repitió por varios años más hasta que algo cambió su curso; el día en que sobre el escritorio del presidente del club apareció una nota. Mejor dicho, un concluyente petitorio. En un papel escrito a mano decía: “Los abajo firmantes reunidos en asamblea vecinal solicitamos a esta máxima autoridad que disponga la clausura de la cancha de fútbol por tiempo indeterminado: Nuestro reclamo es que nos devuelvan la paz que merecemos.”
Las aclaraciones de las 48 firmas concordaban con los nombres en las lápidas del sector de nichos lindante a la tribuna popular.