Apreciado lector.
Prisión mayor, prisión menor. ¡Qué más da! No recuerdo bien la escala, y tampoco si el código penal lo tipifica como homicio o como asesinato.
Lo haré mañana, con un par. Por la tarde, para que el maldito acusador no pueda alegar nocturnidad.
Voy a matarla y pondré fin a...
¡Eh! ¿Tú qué miras? ¿Me estás espiando? Si, tú, el que lees. Déjame pensar... Claro. ¡Eres un lector! ¡Uno de esos avezados lectores que quieren saberlo todo!
Ya, ya...
¿Pues sabes lo que te digo? ¡Que te metas en tus asuntos! ¿No tienes otra cosa mejor que hacer?
Vamos, lárgate. ¿No ves que estoy ocupado? Planeo una muerte y quiero hacerlo en privado. ¿Me oyes? ¡Tú qué vas a oír! ¡Tú sólo lees, lees y lees, pero son mis pensamientos y no tienes ningún derecho a invadirlos!
Y tú, la que escribe. ¿Quién te dio vela en este entierro? ¿Por qué tienes que hacer públicas mis reflexiones! ¿A quién le importa? ¿Qué necesidad tienes de tener que contarlo todo?
¡Vete de una vez! ¡Dejame en paz! Necesito atar cabos para hacerlo bien. Tu presencia me incomoda. Si estoy incómodo, no puedo pensar. Y si no puedo pensar, será imperfecto. ¡Y si es imperfecto, acabaré entre rejas! ¿Lo entiendes?
Sigues ahi. La intriga te corroe ¿verdad? Te mueres por saber a quién voy a matar ¿eh? ¿Quieres saberlo? Pues no te lo diré. Lo siento en el alma, pero no te lo diré.
Anda, tómate un café o escoge a otro imbécil a quien devorar, porque yo voy a apagar la luz y a continuar premeditando.
A solas.
En privado.
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