TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / NINI / UN NIÑO ESPECIAL

[C:549021]

UN NIÑO ESPECIAL

El muchacho esa noche, al sentirse aliviado se durmió. Su madre mucho antes de dormirse le había dado un jarabe para la gripe y colocado una cataplasma de yerbas en su frente para bajar la calentura. Hacía días que la fiebre no le cedía. No podía conciliar el sueño, quejándose por los fuertes dolores en su cuerpo. La mujer preocupada, tampoco dormía. Varias noches había pasado en vela cuidando al único hijo que Dios le había dado.

Jeremías era el nombre del joven adolescente. Tenía dieciséis años y aparentaba tener ocho. Su desarrollo físico, por cosa de la vida se retrasó. Su aspecto dejaba mucho que decir, al notarse en sus facciones, rasgos de una niñez retrasada.

Cuando nació era un niño normal. Al crecer fue adoptando una rara peculiaridad corporal y un comportamiento extraño para un jovencito de su edad.

Su madre preocupada al notar que su hijo, en comparación con los demás niños, era muy diferente en su desarrollo físico e intelectual, se entregó por completo a la atención de su fruto, dándole un trato especial que, lo convertiría con el tiempo en un ser súper-protegido, dependiente de ella.

Cuando cursaba el tercer grado, sus rasgos físicos estaban bien acentuados. Desde ese momento comenzó a confrontar problemas. Sus compañeros de estudios le decían cosas que lo iba marcando y convirtiendo en una persona sumisa. Al ser acosado, muchas veces tuvo que pelearse, saliendo siempre que lo hacía en desventajas frente a sus agresores.

No pudiendo soportar los ataques continuos, la indiferencia de sus compañeros de estudio; optó por retirarse de la escuela.

A partir de entonces la vida del muchacho dio un cambio dramático, cayendo en estado depresivo, arruinando su joven vida.

Los días lo pasaba encerrado, convirtiéndose en una carga para la madre, dejando de trabajar. Era madre sortera, el padre al quedar embarazada la abandonó, pasando por una situación difícil al momento de su nacimiento.

Esa noche el infante pudo dormir tranquilo. La fiebre de hacía días se había ido. Su respiración apacible le decía a la madre que estaba aliviado. Palpó su frente, notando que la calentura había desaparecido. Se tendió a su lado en la cama, por el cansancio se quedó dormida.

Al despertar notó que su hijo no estaba. Lo buscó por toda la casa sin encontrarlo. A partir de ese momento la desesperación se adueñó de ella.

Al llegar la noche y el muchacho no dar señales de vida, desesperada, sin saber qué hacer, corrió a la policía y puso la querella. Se le hizo varias preguntas sobre la actuación del infante en los últimos días. Comportamiento, lugares frecuentados, familiares más cercanos, así como las casas de posibles amigos.

La mujer daba respuesta a cada cuestionamiento que le hacía el agente de guardia al recibirle su demanda. Al finalizar de notificar la crónica de su hijo, partió a su casa con el corazón destrozado.

Pasaron los días y no se supo nada del muchacho. La madre lloraba la falta de su hijo. Sufría al reconocer que el muchacho siempre necesitó de ella.

Por el sufrimiento y la disminución de ingesta de alimentos, enfermó; pero su amor por su hijo le daba el valor suficiente y la razón firme de seguir viviendo. No dejó de pensar en él, ni disminuyó la esperanza de encontrarlo.

Por su lado, la policía recorrió de arriba abajo todo el poblado y más allá, sin dar con el paradero del muchacho.

Cuando ya nadie se acordaba del mozalbete, pasado el tiempo, una tarde lejana de esas, llegó a la casa. La gente no lo reconoció, solo la mujer con sus instintos maternos pudo reconocerlo, lanzándose en sus brazos llorosa y aclamando con desesperación el nombre de su hijo amado.

¬ ¡Jeremías! ¡Jeremías! ¡Mi amor! ¬ Clamó la mujer con alegría con sus ojos bañados de lágrimas.

¬ ¿Qué has sido de tú vida, hijo mío? ¬ Preguntó conmovida.

Su corazón acelerado vibraba a toda máquina. Le daba besos en sus mejillas. La escena era patética. La gente atónita reía de burla al ver a la mujer abrazada al cuerpo del joven. No entendían su actuación.

El aparecido, sin pronunciar palabra dejaba que la señora se desahogara.

¬ ¿Por qué no me responde, hijo de mi alma? ¬ Volvió a preguntar la mujer al no escuchar hablar a su hijo.

Lo miraba aturdida, como dudando, no queriendo aceptar lo que sus ojos estaban mirando. El muchacho, pegado al cuerpo de la mujer, dijo.

¬ ¡Madre mía! ¡Me has hecho mucha falta! ¡No puedo vivir sin ti! ¡Eres imprescindible para mi vida, mamá! ¬ Logró decir ¬ ¿Cómo me has reconocido? ¬ Manifestó a seguida.

¬ ¡Eres mi hijo! ¿Cómo no voy a reconocerte? ¡Eres la razón de mi existencia! ¡Vivo por tú regreso! ¬ Dijo la mujer excitada palmeando con cariño su cuerpo.

El joven tomó a la mujer por una de sus manos, pasando al interior de la casa.

Cuando estuvo dentro, su cara fue tomando la fantástica apariencia de un recién nacido. Sus facciones se fueron transformando poco a poco. La cara era la de un pequeño ángel. Sus brazos y piernas perdieron la lucidez de sus tamaños. Disminuyó su cuerpo, tomando el perfil que hacía años tenía. Su voz era la de un chiquillo.

¬ ¡Mamá! ¬ Chilló, acurrucado en el regazo de la mujer ¬ ¿Me amas?
La mujer al reconocer la voz de su hijo, alzó la vista, contemplando aturdida el rostro de su muchacho.

¬ ¡Sí! ¬ Sin dudar gritó la mujer con ímpetu.

De los brazos del chiquillo brotaban alas con escamas que, se fueron extendiendo hasta tomar un tamaño regular. Su cara se borró, apareciendo un aparato bucal de tipo chupador. Sus piernas desaparecieron al convertirse en pequeñas patitas, recubiertas de tupidos pelos. Ojos bien desarrollados y antenas que se extendían y recogían. Su cuerpo adoptó la apariencia, la forma exacta de una mariposa de color amarillo-oscuro con pequeñas pintitas de negro, alrededor del contorno de sus alas.

Movió sus miembros en abanico, elevándose en el aire. Salió volando de la casa. Dio varias vueltas sobre ella, luego se encumbró haciendo un recorrido por todo los lugares cercanos a la vivienda. Por último, fue en su vuelo hasta el monte aledaño, donde había un profundo pozo que, cuando llovía se llenaba de agua, secándose por tiempo.

La mujer corrió detrás del insecto, en lo que se había convertido su pequeño. El lepidóptero planeó sobre el pozo, desapareciendo de la vista de la mujer. Al mirar dentro del hoyo, en la profundidad vio a su hijo haciéndole señas con una mano. Se podía escuchar su voz retumbando como un eco al brotar de la profundidad de la fosa.

¬ ¡Ven, ven, ven! ¡No me dejes sólo, no me dejes sólo, no me dejes sólo! ¡Mamá, mamá, mamá!

La mujer no esperó más, lanzándose dentro del pozo. Su cuerpo desapareció en el vacío, perdiéndose en la profundidad...

Abrió con desesperación los ojos. Conmocionada se enderezó sobre la cama de un brinco. Sacó los pies fuera de ella y salió al patio. Sudaba copiosamente y su corazón acelerado quería salir por su boca.

A esa hora, el sol empezaba a salir con sus rayos bienhechores tendidos sobre la planicie frondosa, besando los árboles.

Caminó desnuda, firme, con sus dos manos colocadas sobre su regazo, como una criatura sin esperanza meciendo un niño. Su mirada perdida, extraviada, estacionada en el infinito, buscando la risa alentadora de los cometas, irradiando luz, al perderse más allá donde la vida no existe.

De esta manera, caminó hasta llegar al lugar donde acampaba el derruido pozo, más allá de la casa. Oteó en él, con su corazón saltando desbocado, queriendo salirse del pecho.

Su sorpresa fue enorme. Vio una mariposa volando, muy parecida a la del sueño. Dio varias vueltas sobre el pozo, desapareciendo rápidamente.

La mujer se acercó a su orilla y, pudo ver en el fondo, un cuerpo con las facciones de su hijo amado, flotando sobre las aguas turbias del enorme hoyo.

¬ ¡Ven! ¬ Pareció oír una voz que brotó de su interior, retumbando en los elementos. Luego se perdió en sus oídos. La mujer cerró los ojos y respiró profundo.

¬ ¡Te sacaré de ahí! ¬ Gritó.

Sin pensarlo dos veces, se abalanzó, arrojándose dentro de él, en busca del ser más querido que Dios le había dado.

¬ ¡Allá voy hijo míooooooooooooo……………………….!


JOSE NICANOR DE LA ROSA.



Texto agregado el 14-11-2014, y leído por 554 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
16-11-2014 Wow! que cuento! muy entretenido y con mucho sentimiento por parte de la madre a su hijo, excelente 5* bishujoo
15-11-2014 Hermoso relato, con muchos sentimientos. En mi opinión, los relatos tienen que transmitir MUCHAS EMOCIONES, hacer sentir a casa segundo, ODIO, AMOR, TERNURA,etc. Sino, no vale la pena. MUY BUENO. FELICITACIONES. 5 estrellas. dfabro
14-11-2014 Muy buena redacción, un cuento que atrae la atención, saludos FEHR
14-11-2014 Buena historia, el amor de una madre es incomparable, asume roles en casos dignas de aplaudir, que difícil situación para perder la lucidez hasta el final, saludos. krisna22z
14-11-2014 Me disculpo por el abuso del verbo terminar en mi comentario anterior, favor de sustituirlo por la palabra que crean más adecuada. Raramuri
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]