Caer Llevo un candil en la mano para evitar tropezarme. Y al paso, tropiezo y caigo sobre este charco de sangre. Sangre que derramada con la caricia primera, no pone a sanar las heridas que en el alma tú me hicieras. Pues el candil son tus ojos, y mis pasos, no son otros que los que los tuyos dieran. Que mi vida no es la mía si no fuera porque choco cada día con la misma piedra.
Texto agregado el 12-11-2014, y leído por 208 visitantes. (0 votos)