¡Por la mierda!, ¡no me puede ocurrir esto denuevo! El dolor de estómago no da para más, ya no lo soporto, solo pensar en mis dolores, tan solo pensar en aquella efeméride de aquél solo instante que a mi cordura mató me hace retorcer agonizante, vacilante en mis pensamientos, dudativo de mis realidades, enfermo… ¡mil veces enfermo y repugnante sobre mi mismo! Repugnante y malditamente perdido, envenenado por la serpiente, engendro, traicionera, cruel, destructora y en muchos tiempos asesina… mi cordura se va al carajo… y por los demonios que lo siento directo en mis entrañas como un calambre que envuelve mi estómago en si mismo directo a mi cabeza y me dice al oído “no me puedo contener”, y me intento contener, ¡pero esa mierda no resulta si la efeméride retorna interminablemente al pensamiento que la origina!... me fui al carajo, me fui reverendamente al carajo, nuevamente, una vez más, he cometido este pecado en el que siempre quiero caer pero luego me arrepiento porque el mismo me repugna, lo peor es que soy imbécil y del mismo no vacilo pues me repugno a mi mismo con emociones y alegrías que mi vida distorsionan hasta decir la frase prohibida que rara vez de mi brota, la frase que me condena y que me disminuye como a un gusano, como una cucaracha, como una alimaña sin orgullo ni resistencia que me sustente de alguna forma ante semejante muerte, catarsis, parásito imaginario, enfermedad maldita, puta babilónica, carente de todo honor de héroe potente y disminuido en su propio dolor: he caído una vez más en las oscuras y siniestras, dolorosas, asquerosas e infinitamente humanas profundidades del amor… ¡por la mierda!. |