Viejuja, hoy recité el primer cuento que algún intelectualoide (el MTA, ese profe de filosofía maricón sublime y loco por el amor de tu hijo) encontró filosófico. Hoy lo recité, vieja, y quería, cual niño de cinco años, que tú y sólo tú estuvieras sonriendo para mí, con tus oídos, con tu mirada, con tu boca y con tu orgullo. Mami, estoy feliz y quiero que sepas que esta felicidad viene de tu ombligo, de tus óvulos no muertos, de tu útero, de tu fuerza vital para darme el movimiento a través del contagio de tus movimientos. Todos esos aplausos de hoy, por mi lectura acordizada en las manos guitarreantes del Nico, eran un agradecimiento a esa figura que me hizo sin saber cómo hacerme.

Sé y oigo y recuerdo que tú decías que la verdad y el corcho eran hermanos, que inevitablemente ambos flotaban. También supe que hundiste un corcho. Y que ya flotó. Y necesito que sepas que para mí no hay mal ni maldad en ese acto. Madre mía, madrecita, para mí no hiciste mal alguno.
Por ahí pienso e imagino muchas cosas. Por ahí me plena pasear el mundo y no la rutina. Ven a vivir conmigo este delirio insostenible, pero mucho más sólido que tantas otras formas como el ideal de vida en que nos metimos por nacer en un lado o en una economía. No hay una forma de vida ¡No y mil veces no! Yo no he encontrado esa que me diga “quédame quieto repitiéndome hasta que la tumba nos una sin fin” No, vieja. Yo mentí mil veces más que tú. Y los dos somos hermosos. ¿Te das cuenta, mamá, de lo que estoy diciendo? Es un egoísmo internacional y compartido… nadie vale tan poco como para vivir su vida soñando en tiempos libres de oficina. Nadie vive la pura verdad, nadie no comete errores. ¿Ves que todos me siguieron queriendo? ¿Por qué? ¿Porque dejé de drogarme? ¿Porque ya no seguí sacándoles plata? ¿Porque dejé de mentir? La respuesta no la sé, pero me gusta flashearla por el lado de que es porque siempre estuve ligado a la vida, y la vida no es un momento que se apaga con un acto in o a- o anti-moral… la vida es un movimiento que incluye animales, vegetales, minerales, universos y conciencias. Y aunque sé que me mandé mil cagadas, mi conciencia sigue viva ¿Por qué? porque cagar no es matar.
Cagar, mandarse cagadas, evacuar el vientre, expeler olores, mentir, es manifestar humanidad, vitalidad que aprendemos con el peso o el rasguño fétido de la conciencia, jamás con el prejuicio, mucho menos con el juicio.
Estoy tan contento, estoy sonriendo, ebrio de vino y satisfecho de mi voz, ansioso de tu abrazo, desesperando para que llegue el momento de hacerte saber que estamos juntos, que nunca podré negarte, que siempre te recuerdo, ya en mis múltiples silencios, ya en mis incallables desvaríos conversacionales.

Descubrí que no hay que ser un genio para ser un aporte a la humanidad. Y junto o gracias a eso entendí que más vale una ciudad humana sin genios que una genialidad opacada por una ciudad mecánica que te hará cortarte la oreja, o matarte en jeringazos, o rabiarle siempre al mundo por la lógica irrebatible. Descubrí que sigo siendo punki, pero anarco, como el Georges Brassens, como el Jaques Brel (salvando las mayúsculas Distancias entre ellos GigAntes y mi alegre insignificancia), que soy el punki más punki porque pido sensatamente cuando tengo que pedir y trabajo sensatamente cuando tengo que trabajar. O estudio sensatamente… en fin, descubrí hoy, sin nadie que me lo discursée (pero con muchas personas que lo evidencian), que la anarquía es sensatez ante la vida, sin evaluación de pros y contras, sin teorías… tan sólo con la certidumbre de que al moverte sensatamente (que no quiere decir sin engaños) despiertas hermandad en las personas.
Tengo más hermanos que las los hijas hijos de mi madre y mi padre o los las hijos hijas de sus respectivas parejas.
Tengo hermanos que no saben mi hermandad.
Tengo músicas para cada uno que no sé reproducir,
tengo guitarras
tengo cantos
tengo letras y quebrantos que no saben que los tengo para ellos, para ti, para el resto y para mí. Tengo un hermano que se llama Damián y que es el yo mismo. Tengo otro hermano que se dice incertidumbre y tengo hermana esa risa venida de lo ajeno de la circunstancia y del alma de la vida.
Vieja… ¿ves que sigo vivo? ¿Te das cuenta de que te sonrío? Cuando los humanos decíamos: “nah,,, no soy feliz, la felicidad es un estado temporal”… Pues ahora solo siento que casi siempre soy feliz, solo por ser vivo y darme cuenta de que vivo, y el verdadero estado pasajero, inespecífico y acotidiano pertenece más a la inconformidad de la rutina, a ese moverse sin otro sentido que adquirir la vida envasada e indirectamente.
Ay vieja, viejita, viejuja, Paola, no sé cómo decirlo. Sigo siendo el mismo, me como la carne que puedo venida de vacas sufrientes, me fumo (con culpa) los mismos porros envasados por pequeños que sienten el poder de una pistola, des-comprendo el sentimiento a las monedas tal como cada día de mi vida a tu lado, egocentréo la realidad al punto de ser el centro de la esfera, y también me disparo a sus bordes y me comprendo en el rechazo, en el escupo, en el cuchillo, en el silencio del no yo.
Y sigo vibrando, encontrando canciones con figura de mujer, con forma de amigo, con voz de amiga. Estamos vivos, vieja, no hay por qué desaparecer… de eso se preocupa la muerte, no la humanidad. No la de ahora, esta de políticas chantas miedosa de matanzas definibles. Vieja, sigue apareciendo en mi vida mientras estés viva. No te escondas (si es que te estás escondiendo), no te mueras si estás viva. Dibújame, colórame, palábrame. Vieja, los dos nos queremos… yo no te destierro de tu maternidad por un hecho humano y sensato… que sea como fuere lo que hiciste y que pasó, fue sensato.

¿Cómo compartir esta alegría sin escandalizar la blanca bahía que duerme sensatamente?