(En el marco de la aprobación de una nueva ley reguladora de convivencia en Mendoza... http://www.slideshare.net/santiagomontiveros/54-c10-despacho-convivencia )
Un teléfono suena fuerte, un comando político toca bocinas y hace sonar “batucadas” a ritmo de marcha militar. Una pantalla domina con publicidad un paseo peatonal, una fila de autos con velocidad de caracol mecánico enturbia el ambiente con cláxones furiosos por su inmovilidad, un artesano ofrece sus creaciones, unas músicas enmusican el ambiente, un mimo provoca carcajadas, alguien que hace sorrentinos con amor de casa y alegría de esfuerzo se te acerca a ofrecer sus manjares ¿Quién decide lo que para la mayoría es molesto? Claramente, no la mayoría. La mayoría no tomamos decisiones de nada… cuando la mayoría se pone a pensar, cuando la mayoría sabe lo que quiere, se desliga del ruido molesto y nos sonríe con sus oídos. Cuando los niños te miran pasmados ante la extrañeza del evento de tu guitarra, cuando los ves con los ojos grandes y el espíritu abierto, cuando mueven sus cabecitas como dejándose llevar por tu canto, es cuando te das cuenta de que sigues siendo niño, y que ser niño es mucho más bello que ser adulto, que darse vuelta para mirar de dónde viene una melodía tiene más sentido que ponerse a rabiar contra un humano petrificado por un aullido molesto venido de una máquina que más que nada contamina. Cuando te das cuenta de que un pueblo ya no es más un pueblo y que los intereses de cada cual en nada interactúan con la/el de más allá, es cuando la convivencia ya no se trata de compartir un espacio, sino justamente lo contrario… Mantenernos encerrados en ese mundo insano que es el que NO nos ofrecen, si no que nos imponen.
No tiene que ver con convivencia, tiene que ver con un poder, un capital, un odio y un miedo a quien no lo tiene, porque “puede llegar a tenerlo”… pues bien, yo no quiero poder, ni capital, ni odio, ni miedo, lo que quiero es compartir, reflexionar, aprender junto al que me atiende en la verdulería o con el chófer que me presta su micro-espacio-colectivo, pero también junto a quien me vende un pancito relleno nacido de sus manos, o junto a las malabaristas que colorean el asfalto, o junto al artesano, o junto al que escucha mis desvaríos y desafines tiritantes del nervio de vivir aquí, ahora, y me regala una sonrisa, una mirada, un pensamiento.
No hablo de que todos seamos callejeros, pero ¿por qué aislarme de quien hace algo que yo no? Esa es la única manera de saber quiénes estamos viviendo en la misma ciudad, en el mismo pueblo… más que intérprete, más que lector o escritor, me considero una persona. Esto no es un animal político, no es la lógica gobernando mis actos. Es, ante todo, una vida que decide lo que quiere y que se expresa a otras vidas de manera libre, espontánea y tranquila. A mí me da más miedo un animal gregario, un hombre, una mujer que no cuestiona por qué respetar las leyes
¿Por tranquilidad? ¡¿De qué tranquilidad me hablan?! ¿Acaso esa que me hace vivir suprimiendo cada cosquilla que se apodera de mi alma? Transgredir a otro es imponer, violentar, prohibir. Nosotros no imponemos, ni violentamos, ni prohibimos… nosotros cantamos, coloreamos, jugamos y creamos en un espacio público ¿es imponer nuestra música al otro? En ese caso, la mera existencia es la imposición de una subjetividad ante otras... y la solución es pegarse un tiro cada cual hasta que cada sobreviviente no vea a otro cerca suyo… o peor, quedarnos encerrados y encerradas en nuestros cubículos de concreto sin esperar nada nuevo en la vida… ¿es violentar pedir una cooperación voluntaria por aquello que compartimos? No limosneamos, no exigimos, entregamos una expresión con respeto y honestidad… gracias a nosotros (que no queremos un sueldo ni un monto fijo cada mes) es que hay gente que se alegra por algo que NO SABÍA que le gustaba, o NO TENÍA el dinero para pagar por eso que sabía que le gustaba. La calidad no siempre tiene que ver con el monto pagado, ni con la prodigiosidad del ejecutante,,, tiene que ver con la conciencia de querer entregar al mundo una manera diferente de vivir, con transmitir sentimiento, error, ensayo, queja. Llevar esa montaña que ocultaron a la gente es tarea de todas y todos aquellos que no quieren guardarse los granos de arena para sí.
Hoy ya ni siquiera están necesitando privatizar para gobernar. Hoy, para dormirnos en nuestras cuatro paredes, para que nos olvidemos de quiénes somos y lo que podemos llegar a ser, para que seamos los borregos de los privados, necesitan eliminar de nuestros anhelos los espacios públicos haciéndonos dormir en la tranquilidad absurda de una soledad monótona e impuesta. Pero las subjetividades no se duermen, no mientras exista la curiosidad y la memoria, la alegría y el llanto de vivir, la diversidad de la existencia pululando en el ambiente con forma de verdad sin mayúsculas ni definiciones irreductibles, porque el universo se expande y nosotros con él… sigamos estallando el big bang, sigamos explotando la alegría de vivir y ser distintos, escupamos y quememos el rechazo, estallar amor a la vida para transformar la realidad es una posibilidad que todas y todos tenemos… o debiéramos tener.
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