seguí escuchando a la noche en su insuperable melodía del silencio, era perfecta para el crimen que estaba a punto de acontecer; no me desagradaba en nada su presencia, sin embargo mirarlo por mucho tiempo hacia que sintiera un odio profundo hacia él. todos los días evitaba encontrarlo pero al final del mismo, cuando las sombras toman control de la luz, mis pensamientos no me dejaban en paz, era inevitable escapar a su presencia y aun así hacia todo lo posible para posponer mi encuentro con él, pero esta noche todo terminaría, por fin podría librarme de él y así, encontrar la paz que hacía ya bastante tiempo no disfrutaba, se encontraba en su cuarto y sin hacer ningún ruido me aproxime lentamente; en mi mano tenía el instrumento que daría fin a su existencia y , sin decir una palabra abrí la puerta, su rostro era diferente a lo normal, se veía muy alterado, intranquilo, como si algo le preocupase. Tome mi arma y en un movimiento rápido le apunte, pero cuál sería mi sorpresa al ver que el también tenía un arma y me apuntaba. Mi odio radicaba en el enorme parecido que existía entre los dos, era como si yo no existiera como si mi vida solo fuese una burla, una comedia, una sátira; me sentía como un ser incompleto que necesitaba una copia para vivir. Estaba un poco nervioso, empecé a sentir un miedo tan grande que empecé a sudar de la angustia, mi corazón no dejaba de latir apresuradamente, por un momento creí que se me escaparía el alma, quería salir corriendo y gritar desenfrenado por la tención, pero el silencio se apodero de los dos, nos miramos fijamente, sabía que ninguno desistiría, sin embargo, y con un movimiento que me tomo totalmente por sorpresa, el dejo de apuntarme y dirijo la mira de su arma hacia su cabeza, jamás creí que se atrevería a hacer algo pero como un rayo que rompe en dos la obscuridad, así fue el sonido de su arma al soltar su amarga muerte en él. Entre mis últimos parpadeos, mire al espejo por última vez, vi como su cuerpo desfallecía y yo encontraba al fin la paz que tanto había añorado mientras que yo retozaba en el piso húmedo por la sangre de mi reflejo. |