Balas veloces cruzan los vientos.
¡Carne, fuego, sangre, gritos!,
Y los caballos relinchan al horizonte
De guerra en el que me he perdido
En las puertas de color bajo tus cejas,
Aquellas de color negro que me abrazan cuando tú hacia mí las cierras,
Esa mirada destructora a la que caigo totalmente rendido.
¡súcubo!, ¡demonio!, ¡asesina!, ¡dentata!,
Ante todo mujer, ante todo guerra, ante todo fusil,
Ante todo despiadada enamorada y desconsiderada,
Individualista, egoísta y agazapada en tiernos trajes de piel blanca.
No soy lo suficientemente fuerte,
no soy lo suficientemente resistente,
no estoy lo suficientemente preparado
para defenderme de aquellos disparos desatados
desde esa puerta bajo un lunar en un rostro tan malvado
como las espinas de una rosa que ataca luego de una promesa a la que después ha faltado,
¡demonio de labios pintados!, ¡demonio de rizos soleados!,
En el charco de barro pido me salve tu misericordia,
Pido me salve tu concordia,
Pido me salve dios en su condolencia,
¡dios sálvame!, ¡dios que no me alcance!,
¡dios que no me atrape en sus manos porque entonces para siempre caeré!,
Y pereciendo en sus cariños muero cobardemente,
Soldado en retirada que huye sin ser noblemente
Un mártir de guerra que más que héroe potente
es solo un desertor sin más que valía inerte,
muerto en los pétalos de una flor,
muerto en las manos de una mujer,
muerto en los cabellos de lo que en su momento fue un ángel
y finalmente no es más que un pozo de perdición,
y si dios existe que me salve él en su gracia
porque aquí yo fallezco eterno en toda mi desgracia
de encontrarme frente a este daimón tan cruel como bello,
tan hermoso como siniestro,
y para mala suerte mía
tan mujer como he temido en mis sueños. |