En los tormentos de la hipocresía
Si bien las montañas pueden ser sobrevoladas con alas de metal y los mares surcados con las quillas más afiladas, no así las barreras del destino, que forradas de plantas floreadas confunden los pasos, y el aroma de ilusión fluorescente predice el fracaso rotundo.
No hay que mirar para el lado, no hay que desconectarse nunca del corazón, la masa te arrastra y el diluvio de sonrisas te apacigua,
solo hay una salida,
la vida en la muerte al fin y al cabo, es mejor que la muerte en vida y es por eso que hay que vivir hasta concluir en el morir.
Hipnotizado con lo dicho, cegado en conclusión ajena, las cosas ya resueltas no sirven para quién avanza,
el que avanza resuelve,
mientras pasta la modorra el ganado en plácida engorda, perdiéndose así vidas preciosas en los tormentos de la hipocresía.
La valentía es la que mata y con ella se nace, la cobardía no es más que un pastel rosado, cada cual conoce sus demonios y si ha de combatirlos o a convivir con ellos, ahí está la lucha, ahí corre tu sangre, ahí están los campos ventosos, ahí está el amor.
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