Tú y él
Me duele el silencio. Y este camino angosto que discurre entre tu espalda y la mía. Duermes. ¿Cuál sería tu último pensamiento antes de que el sueño procediera a poner en pausa tu vida?
La luz de la farola se recuesta en tu hombro y salpica tu pelo. Cuando te mueves, agitas el perfume de tu esencia, regalándome recuerdos que me obligan a respirar. ¿Escuchas el croar de las ranas? Es como mi soledad. Insiste, pero se extravía en la laguna de tu corazón.
Tendré que croar más a menudo. Y cuando tu beso adormilado me transforme, todo cambiará.
Viviremos en un cuento anónimo. Yo seré tu príncipe y tú, mi reino. Rescataré tu amor del olvido y pintaremos la casa de blanco. Con cada amanecer, me darás a morder de la manzana y yo caeré en la tentación.
No contestaste mi pregunta. Tu mirada escurridiza castigó mis dudas y apagaste la luz para camuflarte bajo las mantas. No me he atrevido a molestarte, y aún a sabiendas de que a la noche se le ha muerto una hora, me he puesto a divagar.
¿Cuándo dejaste de quererme? No me lo dirás. Porque la costumbre y los años te amarran al puerto de nuestros recuerdos aún calientes.
Te vi. Y a él, también. Tu mano alzó la copa donde burbujeaba tu sonrisa. Esa sonrisa insuflada de ilusiones y proyectos. ¡Cuánto tiempo hacía que no te veía sonreír así! Él se acomodó la corbata y luego te besó. Tú tocaste el cielo y yo me caí de él.
Anduve durante horas. Te busqué tras las esquinas. Y en el ascensor. Bajo las piedras, sobre las nubes. Hasta en la palma de mi mano te busqué. Y pese a no haberte encontrado, el dulce dolor que me producía el hecho de pensarte, reconfortó la tristeza que me suscitó el miedo a perderte.
Escucho el trasiego de los pies desnudos del vecino de arriba. Saberle despierto, consuela mi insomnio preocupado.
Tú sueñas. Quizás con la rana que se ahogó en el charco; quizás, con el príncipe que abandonó el charco porque dejó de ser rana.
Casi prefiero que no digas nada. Porque cuando duermes, no hay reproches. Porque cuando guardas silencio, yo paso a formar parte de tu opción. Tal vez mañana no vuelvas a casa. Puede que pierdas las fuerzas y que te rindas; puede, incluso, que te sinceres. En tanto eso suceda, seguiré intentando reconquistarte. Y cuando ocurra, simplemente me iré a la oscuridad.
Hace frío.
|