Ahí estaba el gato,
Ausente, más que ausente casi vivo
Y la lejanía de sus ojos
Observaba sin mirar,
Y su cuerpo tieso
Pedía auxilio
En un grito callado
Tan lleno de inmundicia
Ni a la basura fue a parar,
Mucho menos enfundado
Con una bolsa de ultratumba,
En el cordón se quedo,
Hermoso y horrendo,
Triste, tristísimo como mí andar
Que apenas si de él se percato
Rogando que en paz descanse
En el cielo o en el infierno,
Pero no en esta tierra
Tan plagada de egoístas
Si, ahí nomás se quedo
mientras la luna lo limpiaba
con su anémica luz
y las estrellas reposo le daban
llenándolo de sueños,
sueños que se merecía
y que lo despojaron
de infinitas cicatrices,
heridas de su paso por el mundo
un enjambre de células muertas,
un corazón mudo,
bien muerto, pero con nobleza,
una rosa en una fosa,
un perfume en la basura,
un simple gato que se esfuma
para que no lo seque el sol
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