UN LUGAR EN EL MUND
Había nacido a las afueras de un pequeño pueblo de provincia. La ventana de su cuarto daba al este, desde ella veía al sol en las mañanas, saliendo desde el verde de los campos, subiendo cual si fuera un barrilete hacia el cielo celeste. La puerta de su casa miraba hacia el oeste, tras la inmensa llanura, también verde, lo veía caer como una bola de fuego pintando de rojos el paisaje. Un día alguien le dijo que esas líneas divisorias se llamaban horizontes. A la derecha de su casa, los galpones del ferrocarril, y a su izquierda el pueblo, no eran horizontes. Horizontes que chocan con tus ojos, son finales de camino, le dijo un linyera una tarde en que él le preguntó cómo era eso, de que nunca se llegaba al horizonte porque este cambiaba a cada paso. La utopía y el horizonte son espejismos, andar por andar andando, es solo vagabundear.
Fue esto lo que alimentó en Cachila el sueño de salir a buscar, algún día, su lugar en el mundo, tras el horizonte que lo circundaba.
El día en que cumplió veinte años, salió de su casa, liviano de equipaje, con lo que juzgó necesario como equipo de supervivencia. El rumbo se lo marcaría el primer pájaro que se cruzara en su camino, el tiempo y la distancia tampoco estaban programados, iba en busca de la felicidad. Anduvo un rato caminando en círculos, buscando al pájaro que le marcara el rumbo, en la rama de un árbol divisó una urraca, ansioso por iniciar el viaje le tiró una piedra para que volara. El pájaro espantado voló el oeste, hizo un giro a la izquierda y se posó en su pueblo.
neco perata
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