Me persigue el concepto de lo absurdo.
Maleficio heredado algunos años atrás,
cuando deambulaba en pávidos deseos
por el antiguo puerto de los engañadores,
hurgando, suaves tragos, en cada sonido.
Allí, no fui sino abandono en su esencia,
garboso impúber de nombre Final Olvido.
Gasté, de emociones, toda una consumación,
amor insano, bebido sin cavilar y de corrido.
A veces, desde las penumbras, decía adiós
a la serpiente seductora de la vecina esquina,
y labrando una queja en el cuerpo de la rabia,
me perdía en la huerta de los besos desunidos.
Otras, de los alrededores de un tallo, vampiro,
alimentaba mi bolsa de simientes con rocíos
que manaban de un mundo de manzanas rojas.
Metamorfosis de sueños frustrados, molestas,
mordieron mis ojos con aventuras atrevidas.
Náufrago bipartito de un sueño descabellado,
encalle en un melindroso Nunca te Encuentro,
como una forma de distraer un poco de vida. |