Un aullido desgarrador precedió su cruce del umbral hacia el otro lado. Mientras ella se aventuraba, hace 1 año y medio atrás a conocer del otro lado, yo viajaba en metro hacia mi casa. Extrañamente, sentía una ansiedad absurda por llegar, pero no lo logré a tiempo; ella me había bendecido con su último regalo, que fue no verla morir. Ella siempre, pero siempre siempre, evitaba que yo la viera sufrir. Sus incontables operaciones, su lucha contra los tumores en todo su cuerpo. Siempre la vi bien, siempre la vi feliz. Y en esa valentía, en ese cruce del umbral, incluso desde el otro lado, siempre estuvo conmigo...
Casi todos los días sueño con ella. Contra todo pronóstico, ella sigue visitándome en las noches, subiendo a mi cama, acurrucándose en mis brazos, durmiendo plácidamente. Algunas veces despierto con esa sensación en las mañanas de haber dormido abrazada con ella, y lo más extraño; sus pelos siguen apareciendo en mi almohada como si así hubiese ocurrido... |