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Cuentan que aun existe en algún lugar de este infinito mar, una insignificante isla que muchos confunden con un punto de mugre en los mapas, lugar donde habita un viejo ermitaño del cual hablan los ancianos marinos que este ser es capaz de dominar al espíritu de las piedras a las cuales se cree hace volar.
Mi padrastro un marinero aventurero del viejo siglo, me contó alguna vez de aquella extraña historia, pero solo fue hasta que mi anciano padrastro creyó que ya tenía edad suficiente para hacerme hombre y zarpar junto a él como alguna vez lo hizo su viejo amigo y desaparecido padre mío junto a sus hombres en uno de sus viajes, salimos a alta mar cuando una tormenta nos tomo por sorpresa, todo ocurrió tan repentinamente que solo puede sentir los brazos de mi padrastro al lanzarme por la borda con mi cintura enganchada al único salvavidas, logre ver entre el fuerte viento y las olas como aquella embarcación sé hacia pedazos en los brazos de Poseidón.
De alguna manera, conquiste tierra firme, estaba muy cansado y hambriento, sin mas fuerzas que las de mirar la luna sonreírme por mi buena suerte y notar mi comida caminando torpemente y mordisquear con sus pinzas un lado de mi cabeza, pero pudo mas el cansancio que mi voluntad.
Aquella siguiente mañana, desperté aturdido y desesperado por no notar señal alguna de mi padrastro o su embarcación y lo único que tenía por real era que a mi corta edad ya era parte viviente de alguna de aquellas espantosas historias sobre náufragos, de las que tanto hablaban en el bar que frecuentaba mi padrastro, sin embargo debía ahora ver por mi, así que me adentre mas y mas en aquella espesa niebla que se enmarañaba con los arboles de la isla, me adentre tanto como mis pies descalzos me lo permitieron con tal suerte que note a lo lejos un claro donde se veía una vieja y cómoda cabaña, llegue a ella casi a rastras y cojeando pero logre llegar al calor humano que expedía sus paredes, toque a su puerta y un anciano hombre me tomo entre brazos, llevándome hasta su morada, ahí sentí gran calor humano, un ambiente estimulante para mi corta e indigna inocencia y un olor perdido en mis recuerdos de una deslumbrante fogata calentando un guiso con el que saciaría mi hambre.
Desperté de repente, notándome sobre una cómoda cama de paja, a la luz de una apaciguada hoguera que mantenía caliente el hogar, no note a aquel anciano, por lo que salí a buscarle por toda la cabaña, al no verle, salí hasta la cercana playa donde vi a aquel anciano buscar cuidadosamente algo entre las rocas de aquella inmensa orilla de mar, observaba como tomo lo que me parecía una pequeña roca, la miro a contra luz de la luna, se sonrió, apretó entre sus manos y pecho aquella roca y luego lo vi lanzarla al vacio viento que circundaba al mar, jamás la escuche chapucear, sin embargo escuche con asombro un dulce trino que se alejaba de aquel lugar, pensaba hacia mis adentros que aquello debía ser producto de mi mente aturdida por los últimos acontecimientos, pero mientras pensaba en todo aquello vi como él tomo otra roca repitiendo el mismo proceso y nuevamente escuche aquel trino alejarse de aquel calmado lugar, así que me deje vencer por la curiosidad y salí de mi anónimo escondrijo a hacerle frente a aquel extraño anciano, el cual al verme se sonrió y me invito a acercarme, me hablo con voz suave pero firme de que escogiera una piedra que me pareciera especial, que mirara a través de ella la luz de la luna para cerciorarme de que no fuera translucida como un huevo, así que empecé a mirar entre las piedras que encontraba en la orilla, escogí una que a mi parecer era hermosa, pequeña y suave como mis sueños, hice todo tal cual me iba explicando aquel anciano pero fue solo hasta que instantes antes de lanzar la piedra al mar sentí entre mis manos pequeños y ligeros picotazos que me hicieron mirar por entre mis dedos lo que había dentro de mis manos y ahí fue cuando note la verdad detrás del misterio, así que lo arroje al vacio del cielo y cerré los ojos para escucharle trinar su primeros suspiros de vida.
Estaba tan distraído viéndole alejarse a aquel ser que no note que el anciano se me acerco y con una ligera sonrisa me pregunto si conocía el poder de mis sueños, de repente aterrice en mi realidad y me asusto lo sucedido, caí de espaldas y trate de reponerme, pero el anciano me insistió en que me quedara así, se sentó a mi lado y empezó a explicarme como funcionaba aquel misterio que hacia volar las piedras, cuyo secreto quedo en mis recuerdos y la voluntad de hacer posible que dentro de ellos alzarían vuelo mis mas anhelados sueños.
Cuando entendí el propósito de aquel misterio, empecé a entender también que mi arribo a aquel lugar no fue casual, que la perdida de mi padrastro, de mi padre, amigos y viejo hogar tenia igual mente un propósito mucho mas duro de entender, pero que al final había sido una total conspiración del universo para autodescubrir que yo seria el reemplazo de aquella leyenda, mire al viejo anciano y vi con asombro como se desvanecía entre la penumbra del amanecer, no lo había notado hasta entonces, pero había estado todo este tiempo conviviendo con la sombra de un anciano cuyo rostro se me hacia cada vez mas familiar a medida que se desvanecía, era el rostro de mi desaparecido padre, no pude evitar dejar salir mis lagrimas y sonreírle a aquella sombra que se desvanecía, dejándome un legado eterno y el cual hoy todos conocen como la isla del creador de los sueños.

19 de Abril del 2003

Texto agregado el 31-08-2004, y leído por 846 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-06-2010 "Pídete a ti mismo creer en tus sueños'' Me encanto! vava
 
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