Acostumbrada a un ritmo incansable de subir y bajar niveles de emoción, me encontré un día con tu recuerdo, se puso frente a mi como una barrera que no lograba cruzar, me miraba intensamente, me desafiaba, quise retroceder para no enfrentarlo, di media vuelta y comencé a correr, él me perseguía, eso me angustiaba, no quería enfrentarlo, pero ahí estaba corriendo tras de mi, como en una película de miedo, me perseguía, me acosaba, me asustaba, hasta que de pronto por un descuido caí al suelo, entonces cuando mis lágrimas no cesaban de correr por mis mejillas y mi corazón palpitaba a mil por hora, sentí tu mano, tu aliento, tus brazos fuertes que me recogían del suelo, tu voz cálida y suave que me decía que no llorara, sentí tu calor como un cobertor que cubría mi espalda, tu corazón que se estrechaba con el mío, tu mirada que encontraba mi alma, entonces fue demasiado tarde, nuevamente estaba enredada en tu recuerdo y ahora no abría opción de poder escapar. |