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La sesión de teatro de aquella noche prometía un espectáculo muy retro; se trataba de un entretenimiento que representaba: el contacto carnal entre dos personas, que ya hacía tiempo que no se practicaba. Una pareja exponía al público, cómo se apareaba la especie humana, antes de la venida del invento, por el cual, las personas se transmitían las sensaciones carnales, sin miedo a ningún contagio. Fue este una gran invención, que salvó gran parte de la humanidad, por culpa de las enfermedades venéreas que diezmaron la población mundial.
Por supuesto, nada era real, un holograma conseguía el efecto deseado.

Love, muy joven y muy agradable de aspecto, estaba sentada al lado de su ogro particular. Grande, fuerte, dotado de la inteligencia justa para obedecer las oportunas ordenes de su joven dueña. Fue éste, un regalo muy habitual de ese tiempo. Toda familia que se preciara tenía uno. Al servicio y protección de cualquier ciudadano, que se lo pudiera costear.

Love, estaba expectante ante la función pronta a comenzar. Sus amistades le hablaron hasta aburrirle, con sus comentarios al respecto. Ella, algo dubitativa, no confiaba en el gusto de sus amigas, pero ante tal insistencia, y el morbo por saber la manera que sus tatarabuelos procreaban, pudo mucho más, que su asco a tal contacto, cambiado fluidos corporales. Ante tal idea, se le revolvió su delicado estomago. Acostumbrada al artilugio, que le proporcionaba justo el placer que ella quería, sin ningún peligro de contagio.
Muchos de los espectadores estaban acompañados de sus ogros, siempre serviciales a cualquier capricho de sus respectivos dueños.

Las luces se apagaron, empezó el espectáculo. Salió un presentador con voz muy aflautada, señalando lo desagradable del espectáculo, y advirtiendo que alguna persona pudiera sentirse herida en su sensibilidad.

Mientras la pareja hacia sus preparatorios eróticos, una música inundó la sala con un compás de 3/4 en un movimiento muy moderado y constantemente uniforme, tanto por la melodía como por la armonía y el ritmo, este último marcado sin cesar por el tambor. Esa composición además de insistente y machacona instaba a no pensar. Lo mismo que autómatas, espectadores y sus respectivos ogros se movían al ritmo de la insistente danza…

A Love, todo aquello se transformó en un leve cosquilleo, su vagina, se lubricó, experimentó la expansión, hinchazón de sus labios mayores y menores, clítoris y senos. Su corazón galopaba como un caballo desbocado, su pulso se aceleraba y su tensión arterial se puso por las nubes. Un color rojizo empezó a ruborizar las aureolas de su pecho, ya de por si sensibles, aumentando de tamaño. Su respiración se entrecortaba, su pulso se disparaba… intentó reprimirse… no sabía lo que le pasaba… aquello nunca le había ocurrido. Las sesiones con la máquina eran muy controladas, y cuando se excitaba más de lo debido, siempre podía bajar la intensidad con el práctico mando a distancia, o bien poner un limitador, que siempre se podía colocar a gusto del consumidor, pero aquello se le iba de las manos…
El espectáculo empezó a subir de tono. Love, cada vez más ardiente, no sabía cómo encubrir su calentura. Los compañeros de asiento la miraban con aires de reproche, hacían caras de desaprobación ante la debilidad de Love. En este mundo el auto-control, lo era todo, la supervivencia de la humanidad dependía del mismo.

Risas reprimidas se escuchaban por parte del público asistente. Algunos manifestaban sus diferencias con gruñidos de desaprobación, y muchos salían disgustados, ante tanto salvajismo sexual.

Love, miró a su ogro, lo vio diferente, aunque sabía que no estaban concebidos para el sexo, algo instintivo, animal, la hizo ver en él a un “Adonis” en potencia. Esa musculatura, esa espalda, ese torso tan varonil, tan peludo, que recordaba a un alto, fuerte y orgulloso gorila, esos músculos tan marcados, esos labios tan grandes, esos ojos hundidos dentro de esa gran faz, le daban un aire rudo, misterioso, y junto con todo, Love, se quemaba por dentro. No aguantó más, su instinto acrecentó sus deseos. Fue acercándose más y más, hasta que, en un ataque de pasión, empezó a sobarlo y a restregarse, contra su fibroso y musculoso cuerpo, igual una gata en celo.

El ogro ZDP, que así fue nombrado cuando salió del criadero: del organismo oficial para la manipulación de animales para uso domestico, recibió un alto grado de entrenamiento para defender y ayudar hasta la muerte, a su dueño-a.
ZDP, la miró extrañado, en el fondo de su memoria no encontró nada que se pareciera a esta situación, en la que veía a su dueña en semejante estado sexual. Ni siquiera sabía lo que significaba esta actitud, pero sí que le constaba, que ante todo estaba la seguridad de su dueña, a la que veía en peligro. Su actitud estaba fuera de control, amenazando su salud y la de los demás espectadores, que espantados ya dejaban un prudente espacio de seguridad respecto a Love y su ogro.

«Control, control» Esa palabra se le repetía incesantemente en su dura y primitiva mente. Tenía que actuar, y rápido, ya no se lo pensó: tomó con las dos manos la cabeza de Love, que con una mirada de incredulidad, no comprendía la actitud de su fiel ogro. De un fuerte tirón se la arrancó y abriendo su gran boca se la comió, como si de un pincho “moruno” se tratara. Cuando hubo terminado, empezó a desmembrarla. La fuerza de ZDP era extraordinaria con suma facilidad le arranco de cuajo los brazos y las piernas. El torso lo pateo con sus poderosos y grandes pies, rompiéndole la caja torácica, y con ambas manos, como si fuera un melón maduro, partió por la mitad el mismo. Poco a poco, Love desapareció en el estomago de su fiel ogro.
Nadie se inmutó, nadie miró, nadie se preocupó de nada más. Todos y cada uno siguieron tranquilamente mirando el espectáculo.
Todo, estaba bajo control. Cuando ZDP hubo terminado con su limpieza, fue directo al escusado, en donde terminaría el proceso de intervención.

Fin.
J.M. Martínez Pedrós.

Texto agregado el 03-11-2014, y leído por 119 visitantes. (4 votos)


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