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EL ABETO ENVIDIOSO


Los primeros años de su vida los pasó en un vivero de las afueras de la ciudad junto a un montón de compañeros iguales a él.

Fueron unos años insulsos, sin complicaciones, ni problemas, pero sin ningún aliciente que le enriqueciera la vida, estaba plantado en una zona abrigada y calida de un jardín y nunca le falto el riego necesario para ir creciendo.

Como todos los demás, no sabia nada de la vida, su mundo era el vivero, aunque poco a poco y con el paso del tiempo a través de las conversaciones que iba oyendo a los jardineros que les cuidaban, se fue enterando de que donde ahora vivía era una casa provisional y que estaban allí para crecer, hacerse esbeltos y conseguir unas ramas pobladas, y que llegaría un momento que tanto el como sus compañeros, serian trasladados a otro lugar para ser vendidos, que no sabia lo que significaba, pero que comprendió era el paso necesario para abandonar el vivero.

Y como no conocía nada de nada, no le preocupo lo mas mínimo la noticia y dejo de pensar en ello, lo suyo era crecer y crecer.

Hasta que un día se entero que había llegado la Navidad, que tampoco sabia lo que era, y que los abetos ya estaban lo suficientemente grandes como para sacarlos y venderlos.

Y así fue, les sacaron de la tierra en que habían estado desde que nacieron y les fueron pasando uno a uno a unos pequeñísimos jardines individuales, que los jardineros llamaron tiestos.










Y fueron trasladados en una cosa que dijeron era un camión y que se movía hasta un edificio, donde les colocaron todos juntos, uno al lado del otro, y aunque se encontraba muy incomodo metido en lo que llamaban tiesto, estaba expectante esperando saber que era ser vendido.

En los siguientes días, iban apareciendo gentes parecidas a los jardineros que se fueron llevando a sus compañeros, hasta que un día al fin le toco a él.

Le volvieron a trasladar, aunque esta vez no se extraño tanto como la primera, hasta un amplio jardín que rodeaba una casa donde con mucho cuidado le sacaron del tiesto del que ya estaba más que harto y le replantaron en medio de otros preciosos árboles.

Estaba entusiasmado, le regaban abundantemente, el jardín era muy amplio y bonito y había tenido un magnifico recibimiento de todos los demás árboles que le sonrieron desde lo alto de sus copas.

“Voy a ser muy feliz“ pensó “Estoy supercontento, que bueno es que te vendan“

Y así paso los primeros días, alegre y satisfecho con su suerte, hasta que se empezó a fijar que en las casas próximas, también habían ido llegando algunos de sus antiguos compañeros, pero no les ponían en los jardines, les metían dentro, les veía por las ventanas y además estaban muy diferentes a como les había conocido.

Por encima de sus ramas les ponian muchas tiras de colores, cantidad de luces que destellaban y multitud de pequeños adornos, que les hacia verse magníficos, estaban como vestidos, apenas se veían ni las hojas ni las ramas, no se podía imaginar que un abeto podía llegar a ser una cosa tan preciosa.

Toda la alegría de los primeros días se trunco en un sentimiento de frustración y sobre todo de envidia, él era el único que seguía solo verde, con sus ramas sin brillos y sin luces.





“Que mala suerte he tenido” pensaba “todos mis antiguos compañeros son ahora admirados por su belleza y tienen siempre gente alrededor cantando y riéndose y el estaba solo en un jardín, bueno había otros árboles, pero no era lo mismo”. Y todas las noches viendo las ventanas se le humedecían las hojas con un llanto inconsolable.

Pero pasaron las Navidades y se empezó a dar cuenta que a sus compañeros les empezaron a desnudar de abalorios y adornos y les retiraron las luces hasta dejarles de nuevo en sus ramas como al principio, bueno como al principio no, pues ahora estaban casi amarillos, sin brillo, cayéndoseles las hojas y con la ramas medio tronchadas, se estaban secando los pobrecillos.

Dejo de envidiarles y paso a compadecerles, se había equivocado totalmente y todavía se entristeció aun mas cuando observo que empezaban a ser abandonados en las aceras de las casas, secos y mustios, amontonados como basura hasta que alguien les retiraba de mala manera, y se dio cuenta que él era el que había tenido la inmensa suerte de que le vendieran para poder seguir siendo un árbol y no un adorno.

En la actualidad y aunque han pasado muchos años y es ahora un abeto en la plenitud de su vida, que ha crecido y se ha convertido en el refugio de pájaros y animalillos a los que cobija con cariño, no deja de sentir una horrible pena cada año cuando llega la Navidad y ve otros pequeños abetos colocados y adornados en las ventanas de las casas de enfrente.


Fernando Mateo
Noviembre 2014

Texto agregado el 02-11-2014, y leído por 209 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-11-2014 muy hermoso. Te felicito. MHF
02-11-2014 Un bello cuento muy apropiado para la epoca decembrina.Un Abrazo. gafer
 
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