A veces, cuando defeco en algún sanitario público, noto que el agua del retrete aún se mueve, pero lentamente. Acomodo mi trasero y el asiento está tibio. Entonces lo sé: alguien acaba de cagar. Es como si uniera por unos momentos mis nalgas desnudas con las de otro ser. E imagino que al momento de cagar lo hacemos juntos, y nuestra caca brota al unísono de un gémido. Se pegan una a otra por el extremo eyectado y comenzamos a caminar como en las películas de vaqueros, de espaldas, con los pantalones abajo y de entre nuestras nalgas el ojo expulsa una lágrima larga y sólida como ésta, que nos une. Entonces somos la metonimia de la humanidad. Y se me ocurren más cosas: por ejemplo, que vengan unos niños, y nosotros, mi anónimo cagón y yo, movamos nuestros culos al ritmo de los juegos para saltar la cuerda. También se me ocurre que un acróbata hábil con el monociclo podría pasearse sobre nuestra caca tensada. Mamá podría colgar la ropa. Un grupo multiétnico de añejos vacacionistas ataviados con colores chillantes y ropas frescas de estampados frutales compiten por ver quién llega más abajo en el juego del limbo. De pronto, alguien no puede doblarse más, y topa con su cara la ristra cagada. Se cae: ha perdido. Todos ríen, se levanta, ríen más; una mujer con su vestido aún blanco lo señala con el dedo. Miren todos: ahora tiene un grueso y maloliente, pero hilarante, bigote castaño.

Pienso que, entre más cago, más vida se recrea. Es cursi, lo sé. Pero si no soy yo quien se preocupa por lo que caga, dónde caga y cómo caga, ¿entonces quién? Pocos la aprecian. No me la comería, eso es un poco asqueroso. Pero tiene su valor en poesía. O alguna vez lo tuvo. Es como el oso de peluche que aún conservas porque hace tanto significó más de lo que podrías admitir. O los recuerdos que aún frecuentas, pero que ya no son nada más que suspiros de melancolía. ¿Quién va a hablar del vapor que desprende el cerote cuando el invierno se despierta? (vapor y valles/ estrías, grumos, mesetas/ semillas de placer en besos negros). Cosa inútil, también sé eso. Pero si hay algo que la humanidad no dejará de hacer, es de filosofar, coger, cagar y volver a comer.

A veces, cuando defeco en algún sanitario público, noto que el agua del retrete aún se mueve...