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Nunca me había encontrado tan carente de amigos y compañeros, de opiniones, comentarios y consejos, y sin embargo ¡que tranquilidad!


A mis breves momentos de optimismo los dejo libres en el día a día, muy rara vez en mis escritos, por no decir nunca.


Me describieron una fea y horrible escena en la que una vez más, mi asco por el promedio humano se desata con su ilimitada tristeza y su rechazo permanente. Mi padre, llego a casa y nos contó que caminando por la calle, encontró una caja con un cachorro muerto en su interior, probablemente abandonado por alguna vil criatura, el contenido de dicho historia, siendo realmente trágica, no me sorprendió en lo más mínimo, claro está, pero estallo mi ira dos días después, cuando al llegar a casa como todas las tardes el viejo, hiso mención del paradero de dicho animal y de su tumba de cartón. Resulta que aparentemente alguien del barrio no solo desinteresado con obsequiarle la dignidad que merecía el pobre cachorro, sacándolo de la caja y dándole entierro, arrastro la caja junto al animal hacia un terreno baldío, disgustándole que el cadáver yaciera próximo a su hogar pero no quitándolo, enterrándolo u ocultándolo. Resulta entonces que nadie fue capaz de otorgarle respeto a un ser afectuoso carente de malas acciones. Mi padre tampoco lo hizo cuando lo encontró, claro está, se apeno, eso es cierto. Aun intentando no juzgar las impresiones y acciones de nuestros conciudadanos, una vez más fallo a dicho intento, y no puedo más que llenarme de rencor y repudio a esta raza destructora, insensible, fría y egoísta, despreciativa de la vida e indiferente del sufrimiento de la misma. Al menos, es tranquilizador pensar, que muchos se indignarían y entristecerían si hubiesen vivido o escuchado la historia.


Crear para morir menos muerto. Sin duda, uno de sus mayores beneficios.


Mis fracasos se han quedado fieles, se me impregnaron para darme sus consejos y mantenerme alertado, mis victorias, en cambio, fueron las primeras en partir.

Tan solo un tiempo entre las masas, y por un instante soy parte de su vulgar vitalidad, hoy por ejemplo, me dreno la energía y quede consumido


Viajar, de la nada hacia ninguna parte, y no regresar jamás. Ese es el deseo del suicidio que paradójicamente hace la vida soportable.


No importa cuanta rabia carguemos hoy encima, ni cuantas personas sean merecedoras de nuestra ira, ni cuantas nos estrellemos contra el suelo y solo queramos perecer, hay que regresar al amor, y no necesariamente al amor hacia el prójimo, porque no estamos hechos con esa madera, si no, al amor a la vida, al aire y a la tierra, a los animales y las plantas, y claro, a quienes nos quieren y queremos, a todos los que queremos ayudar. Puede que sean necesarias esas cuotas de rencor y descontrol, pero por breves periodos de tiempo si la situación lo amerita, en resumen y conclusión, hay que volver al amor…por nosotros primero, luego por la vida y los demás.


Una vez ya en el fondo del pozo, en nosotros queda la decisión.
Entonces… ¿qué hacer?


Podemos tener nuestros altibajos, podemos estar bien, neutrales, o estar mal, pero definitivamente en cualquiera que fuese el estado, nos encontramos más solos de lo que creíamos.
Pueden tildarnos de basura por el simple hecho de considerarnos no patriotas, ¿Por qué?, no estoy en contra de nadie, quiero a mi suelo, lo quiero porque me dio una lengua, costumbres y una formación, es parte de lo que soy. Eso no quiere decir que ame plenamente un país al cual pertenezco por casualidad.


Estoy tratando de remendar ciertas cosas, modificar ciertos aspectos de mi vida. Puedo aceptar mi rabia, mas no puedo dejarme ahogar por ella.


Justicia será el día, en que palomas y gorriones, acribillen con sus hondas a los niños.


Hoy, supuesto amor de la vida, has vuelto a ser una más del montón. Nuevamente una desconocida.


Me emborrache, tire la guitarra contra el suelo en un acto de inconciencia, luego tome de mi vaso mientras me derramaba el alcohol por la cara, y definí mi estúpido acto pateando el mismo vaso del que había bebido. Me sentí apenado unos cuantos días después de esa noche, si, había perdido el control, había reventado en un arranque de ira, y no tanto por mí fue que me apene, si no, (aunque no debiese explicaciones) por los presentes, desde la banda, hasta el público. A veces hay que romper esquemas, mas no cargarles encima a los demás todo el asco. Olvidamos muchas veces que no todos se creen tan desdichados.


Dale la espalda al mundo y el mundo te la dará a ti.


Pase mucho tiempo sin sueños, y realmente no soñaba, mi cabeza había perdido la capacidad de crear imágenes mentales mientras dormía (todo a raíz de una depresión, o mal estar o como quieran llamarlo). Hace tiempo ya que he vuelto a soñar, y pensándolo bien, no me he perdido de nada.


No me digan de qué forma podría corregirme, simplemente no me interesa. Solo tendrá valor el enderezarme cuando de mi salga, cuando de mi surja el accionar.


El fracaso es sin duda, la experiencia con la que mejor me he llevado, y lejos, con la que mejor me he entendido.


Acto de estupidez, a veces creo que la vida del ser humano, no es si no, un eterno acto de estupidez.


Hoy me siento bien. Primera y única vez que transcribo el sentimiento, Y si digo “hoy” me estoy refiriendo a este preciso instante, y a lo transcurrido del día. Las puestas de sol en mí suelen ser finales inciertos.

Me estoy martillando la cabeza para palpar soluciones, crear soluciones, creer, auto convencerme de que quizás, después de todo, si exista la esperanza. ¡Qué ciego, que ingenuo puedo llegar a ser ante la crisis! No hay progreso, no hay manera de remontar, no así de enterrado en esta mediocridad, que te corta los brazos y los sueños, no después de intentarlo todo y al final ver la realidad a la cara, y tan solo ver un mísero y absurdo día que remplaza al anterior.


Quien tenga el atrevimiento de afirmar que la vida es una fiesta, un eterno festejo, debería, por su bien propio, experimentar unas largas y tortuosas noches del más cruel de los insomnios


Todos tienen el derecho de expresar sus opiniones, sus ideologías, y sus puntos de vista. Desgraciadamente por esta misma razón a nuestros oídos llegan las idioteces e imbecilidades más insólitas.


Despierto, salgo a la calle y en tan solo unas pocas cuadras un gato me da la bienvenida, me tomo todo mi tiempo en devolverle el saludo por medio de caricias, una cuadra después otro gato toma sol en la vereda y al verme pasar, abandona su cómodo letargo para recibirme con maullidos. ¡Qué fabulosa manera de empezar el día! Que hermoso recibimiento, y que gestos realmente dignos nos ofrecen los animales.

Por decirlo de alguna manera, antes de nuestro nacimiento, antes de existir en el vientre materno fuimos nada, la mismísima nada. No deberíamos entonces preocuparnos y temerle por demás a la muerte. Ella tan solo no devuelve a ese “estado” del cual venimos y al cual naturalmente debemos regresar. Eso no quita la inquietud que podríamos llegar a sentir ante sus mil y una maneras de hacerse notar.


Hay que dejar de ser bolsa de golpear y convertirse en un puño traicionero, un puño con ventaja, uno con un puñal


Una verdad sin vueltas ni rodeos: el ataque es mejor defensa. La experiencia lo sigue confirmando, los años me lo afirman.


Tan merecedor de amor como de odio, tan destructivo como creador. Tan lleno de virtudes y de defectos, tan todo, tan nada. Polos opuestos con sus matices, salvaje criatura civilizada, un mar profundo y misterioso o solo un mar sin peces ni algas.
He aquí el hombre y su eterna contradicción.


Todo, absolutamente todo es cansador.


Solemos pensar y percibir, que somos mucho más imprescindibles en la vida del resto de lo que realmente somos, y es que, salvo esas excepciones que muy bien conocemos, somos menos importantes y menos útil de lo que creemos. Mucho menos, por no decir de importancia nula.


Hoy fue un día de esos, en los cuales la nostalgia no nos abandona ni por un segundo.


Yo no detesto a toda la gente, detesto mi sentimiento de detestar a la mayoría.


Me sentí tranquilo durante toda la mañana, caminaba y cerraba los ojos sintiendo el sol en la cara, concentrando a su vez mi atención en el canto de los gorriones. Más tarde, me encontraba (como muchas veces) en un torbellino de ira, descargando mal humor y bronca hacia las cosas vánales. Sin duda estoy condenado a estallar y a esforzarme por unos cuantos segundos de paz.


Aun en las llamadas buenas rachas, y en pleno estado de tranquilidad, los domingos me siguen produciendo un leve sabor a tormento.


Cosa curiosa, a veces digo que amo, pero las definiciones de amor siempre se me van mutando, a veces digo que odio, pero tengo bien claro lo que el odio es.


Tantos partidos políticos, tantos, que se confunden, y tantas banderas flamean en los actos histórico, haciéndose a sí mismas propaganda como una verdadera marca, todos hablando y debatiendo, todos tan abiertos y tan cerrados, todos llevan su etiqueta. Yo aparto la mirada, me vuelvo un ente extraño y ajeno a su mundo, todo de repente se me vuelve absurdo, y entonces más que nunca, me siento un ser humano.


Ese momento de aburrimiento, de fatal aburrimiento mezclado con el sentimiento de vacío y la desgana, ese coctel repleto de neutralidad es el que procede al hacernos conscientes del sentido de lo absurdo.


Déjenme mencionar lo obvio, darle vida a lo obvio. ¿Quién fue el que dijo que no vale la pena hablar de ello? Nunca está de más hacer mención (por si las moscas) de las obviedades.


Cada respiro nos llena de vida y de muerte.


Yo sé exactamente qué color tiene mi día, y estoy casi seguro del color que tendrá mañana y pasado. Es cierto, El futuro puede sorprendernos, y de hecho, el futuro no ha llegado, no deberíamos atrevernos a predecir lo que nos depara la vida, aunque….
El destino no existe pero se siente.


Pienso ahora, como me hubiese gustado tomarla de la mano, y no soltarla por un buen rato, no soltarla nunca, pero el pasado ha muerto y aquellos años están enterrados junto a él.
Pensar en esto, que absurdo, a veces creo que siento placer en martirizarme con algunos recuerdos, mejor dicho, lo sé.


Abundan las personas, escasean las palabras.


A todo y a todos podemos darles la espalda, me lo dice a veces mi guitarra apartada en un rincón.


A veces me surge la sensación de que debería mantener la boca cerrada por el resto de mis días, la mayoría de las cosas parecen no ser dignas de ser mencionadas o debatidas. Justamente después de que este sentimiento me nace, pienso, el cansancio habla por sí solo.


Caminar sin rumbo fijo siempre nos lleva a algún lugar esperado, inconscientemente al menos. Y cuando la caminata nos deja aún más vacíos que antes de emprenderla, es ahí donde podemos considerarnos, momentáneamente jodidos.

Texto agregado el 28-10-2014, y leído por 163 visitantes. (0 votos)


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