La dejé jugar e hizo conmigo lo que quiso. Me he reído tanto a solas con ella que su voz forma ya parte de la mía. Dejó marcas en mi cuerpo más profundas que los golpes. Curó con su saliva cada una de mis heridas. Abrió un camino para mi en los oscuro, y lo llenó de flores. Cubrió mi cuerpo de sal, con el suyo, abrazándome cada noche. Jamás volví a sentirme sola sabiendo que existía.

Me hizo sangrar sin dolerme, estallar la risa y llorar en silencio, como todo lo importante, sin mucho aspaviento. Recorrimos en moto la ciudad, apoyándonos en las paredes para comernos la vida y el salitre del cuerpo. La llevé conmigo a todas partes, metida en un bolsillo pequeño. Se jugó por mi la vida para darme su aliento. Borró tantas veces mis nubes que terminó por volverse parte de la tormenta.

Fue el tesoro perdido encontrando a su pirata. Fue la ola buscando la orilla de su playa. Fue muchas cosas, y es el mar que, desde niña, siempre me abraza.