Con veinticinco años de edad, su existencia era miserable. Vivía solo en una modesta casita en los suburbios de la ciudad. El alcohol lo atrapó desde muy joven y cuando las drogas llegaron, ya no puedo salir. A veces conseguía trabajo, pero luego lo perdía rápidamente cuando las oscuras sobras de sus vicios aparecían nuevamente.
Físicamente no había sido agraciado; una pierna más baja que la otra, hacía que su caminar fuera irregular, con un vaivén constante. Siempre fue objeto de burlas por ello. Su rostro, tampoco lo favorecía, de rasgos fuertes y con un leve estrabismo en el ojo izquierdo que trataba de disimular con gafas oscuras. No tenía talento ni habilidad para ninguna cosa. En las noches, el llanto desconsolado siempre precedía a la ingesta de alcohol.
Buscaba con desesperación la fama, trascender de este mundo. Hacer algo increíble que todos lo recordarán. Si no lograba eso, es como si nunca hubiera existido. ¿Alguien recuerda al cochero de Napoleón? Por supuesto que no, pero todos recuerdan a Mark Chapman, el asesino de Lennon. Esta idea lo atormentaba.
Un día leyó accidentalmente un pequeño artículo en el periódico en donde se hablaba de un tal “Eróstrato”, simple campesino, que incendió el templo de Artemisa en Éfeso, considerado una de las siete maravillas del mundo, solo por el simple hecho de lograr “fama” en la historia. - ¿Porque no? - se dijo. Debía hacer algo atroz para que siempre fuera recordado.
Al frente de su casa había un deteriorado Orfanato con alrededor de ciento cincuenta niños, hacinados en tres pisos. ¡Eso era! Incendiarlo con los pequeños adentro.
Esa noche fue a reconocer el lugar, encontrar la forma de introducirse. De repente ve una ventana rota detrás del edificio y pensó que eso podía ser lo que buscaba. Cuando se aproxima ve una figura borrosa en la oscuridad, parecía un hombre portando dos contenedores de gasolina. Luego se hizo más nítido y lo confirmo.
Era otro incendiario, reconocido y con muchos antecedentes en ese aspecto. No lo podía creer, alguien se le había adelantado. Su ira no tenía control. Camino con su andar de mecedora y luego se trabo en lucha con ese inoportuno. Los golpes iban y venían, hasta que finalmente logra dominarlo. Al instante tres policías se le acercaron, alertados por un vecino. De inmediato el incendiario fue detenido.
El Departamento de Policía informo que ese hombre detuvo a un despiadado incendiario a punto de cometer el delito. Los periódicos de todo el país publicaron en primera plana y con grandes letras cursivas: “VALIENTE HOMBRE SALVA A UN ORFANATO”.
A veces, los “héroes” no son todo lo que parecen…
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