Ya visto
Creo que nací en Francia. Mis padres eran artistas de circo, como mis abuelos y así hasta siglos atrás según entiendo.
El circo con su carpa y carromatos vinieron a América quien sabe en que barco hace muchísimos años.
Muchos piensan que el circo es obligadamente explotado por los gitanos y nuestra familia no lo es. Según mi madre la gente de circo es como los misioneros cristianos; itinerantes. Estos llevan educación de valores para derramar en los niños, a todas partes del mundo, nosotros juegos de miedo, sorpresas y alegrías con música y payasos. En el circo aprendemos varias disciplinas y nos suplimos según las necesidades, aunque siempre esta el destacado en algunas.
No conocí a mi padre, me hubiera gustado ver a ese gran equilibrista de altura del que tanto he escuchado y lo mucho que se lo extraña.
Hoy sin animales ni carromatos tirados por equinos, el circo se ha empobrecido en los espectáculos, producto de haberse transformado en empresas no familiares, con mucho dinero y números mayormente acrobáticos con ingeniería técnica que obliga a radicarse por tiempos largos o grandes empresas que contratan acróbatas, payasos, equilibristas, con mucha gente que arma y traslada para volver a armar siempre dejando atrás grandes distancias.
Nuestro circo familiar fue muriendo y mi madre murió en su carromato de tristeza por la falta de esperanzas, supongo.
Llegué a la Argentina con mis 22 años deseoso de aventuras. Vivo de noche en una pensión y de día salgo a los parques y plazas con mi disfraz de payaso. Llevo bolos, anillas para hacer malabares y globos para retorcer. Pero poco a poco mi ánimo decayó al ver temor en lugar de alegría en los niños.
Hace unos días un anciano comenzó a resultarme familiar pues lo había visto antes. Me acerqué a su banco de la plazoleta y lo saludé. Muy cordial con voz muy baja contestó mi saludo y me preguntó por que no lo hacía en los semáforos delante de los autos. Le manifesté que me gustaba ofrecer mis habilidades, sacar sonrisas y no ver caras disgustadas. El anciano hizo silencio, tomó el bastón y levantándose se alejó encorvado. Hoy traje mi monociclo y los bolos y luego de un tiempo, decidí a hacer mi espectáculo en el semáforo de la esquina de la plaza. Algunos automovilistas habrían las ventanillas y me daban monedas, algún billete y también recibí insultos.
Me volví al cabo de unas horas a la sombra de un árbol en la plaza y allí estaba el anciano sentado mirándome fijamente. Me senté a su lado sin decir palabra.
Eres bueno chico- susurró-
Nací en un circo chico, tal vez en Francia, y tu?
|