La primera fue sencilla, de fácil avance, de cuando en cuando una caída y una rodilla raspada, pero nada de importancia. Había tantos colores, canciones, aromas, todo nuevo y divertido. Dos o tres regaños de los guías, por estar tocando todo y distrayéndonos con tanto nuevo. La segunda estaba muy elevada, tanto que no se podía ver la cumbre, de muy difícil ascenso y muchas frustraciones. La desesperación hizo presa varias veces y el cansancio vencía, el avance era demasiado duro y complicado pero al final, lo logramos. Al llegar a la tercera montaña, que era igual de alta y entallada que la segunda no nos preocupamos, ya con más experiencia y desde aquí sí se podía ver la cumbre, algo lejana, pero alcanzable. Con la mirada al frente continuamos, perseverantes , sin cansarnos, directo a esa meta tan deseada y ahora, en la cuarta montaña, ya más suave y llana, encontramos la vereda de bajada, tranquilos de haber conquistado las cuatro montañas, con la esperanza que los que nos sigan, tengan la misma suerte.
(Alegoría de la vida) |