La mujer paseó la vista por el mar de azoteas, tinacos, antenas, tendederos, tanques de gas. Todo a diferente altura. Desde ahí las calles se veían diferentes. Pasea morosa la mirada. Descubre iglesias y capillas. Patios. Jardines. Azotehuelas. Edificios. Aquella cúpula dorada es del teatro. Piensa y detiene la mirada. La mujer no deja de escudriñar los alrededores, Desde ahí, en el quinto piso del hotel, todo se ve distinto. Sobre la cama las sábanas y cobertores se anudan y desanudan en desorden. La botella de ron jamaiquino descansa sobre la mesa redonda. La cajetilla de cigarros Camel, el encendedor Bic blanco, descansan junto al cenicero en la mesita de noche. Un libro abierto y sobre sus páginas el bolígrafo. El aparato televisor está encendido. En la pantalla: Popeye El Marino. Sobre una silla un revoltijo de ropa y toallas húmedas, En el tocador: frascos, revistas, cepillo para el cabello, un llavero con tres llaves. Mientras que ella sigue mirando azoteas, antenas, tinacos, tanques de gas, ropa que se orea en los tendederos... En sus ojos negrísimos de deja ver un brillo extraño. Los cierra. Una lágrima resbala por sus mejillas. Abre la ventana. Suspira. Sigue con los ojos cerrados. Suspira. Luego se arroja al vacío. se pone a manotear en el aire. Las cortinas se mecen rítmicas con la brisa... |