Soy el último sobreviviente de mi especie, esos horribles seres nos arrinconaron, durante siglos, en los confines de la tierra. Desde que surgieron no han hecho más que destruir todo a su paso. Nos persiguieron con sus hachas de mano, con sus lanzas, con armas, cada vez, más sofisticadas. Nosotros una especie pacífica y respetuosa de la vida, tuvimos que escondernos, viajar a sitios donde su poder destructor no nos alcanzara. Yo soy el único portador de esta historia milenaria que se transmitió de padres a hijos. Mi madre, caída debido al debilitamiento de su cuerpo, me contó todo.
Nos odian. Aborrecieron nuestro aspecto, los ojos incandescentemente rojos los aterroriza; los cuernos ensortijados los turba; nuestro tamaño los intimida. Destruyen los bosques que con tanto afano cuidamos a través de los siglos, todos esos animalitos y plantas que trasladamos y tratamos de rescatar fueron extinguidos, el mar, al cual tuvimos que renunciar, debe ser ahora una cloaca. Estúpidos seres con una gran inteligencia, pero con un espíritu insignificante, llenaron el mundo con sus abominables creaciones, alguna vez, me aproximé a ver lo tétrico en lo que han convertido al planeta, al que tratan como a un enemigo. Ellos sólo entienden de sus ambiciones.
Sé de sus andanzas por la historia, sus pobres almas los llevan incluso a matarse entre ellos. Una especie que es capaz de esclavizar a sus congéneres puede destruir toda existencia.
Atrás quedaron los días que corría junto a mi madre por los bosques en busca de raíces con las cuales me alimentaba. Las mañanas en las que sentía la brisa recorrer mi pelaje gris. Las noches en las cuales conciliaba el sueño arrullado por el sonido de los ríos. Esas tardes en las cuales me quedaba pasmado ante la belleza del atardecer. Las alegrías al ver a esos animales y plantas sobrevivir a las penurias de la naturaleza. Todo, todo ha acabado ya.
Mi nombre desaparecerá como la de todos mis iguales. Ellos hacen como si no existiéramos, nos matan y luego lo olvidan, sólo estamos en sus pesadillas, entre sus otros demonios. En su mitología somos seres demoníacos dominados por los instintos. Ellos admiran su razón ante todo, su podrida razón carcomida por la herrumbre de la violencia.
Inventaron el amor, la justicia, el bien, la belleza; cosas en las que sólo pueden pensar, pero que nunca llegaron a sentir.
En esta cueva húmeda, donde me escondo, puedo escuchar esas aterrorizantes invenciones, esas inmensas máquinas. Están cerca, los he visto con sus uniformes y sus cierras, el destino de mi especie está ya marcada, será como la de muchas que tuvieron la desgracia de cruzarse con esos seres salidos de una pesadilla de Dios. |