Cada cosa que ha pasado por los sentidos está ahora a mi disposición. Veo cosas que nunca imaginé. Mi padre sentado bajo el cerezo, pelando sus naranjas con tanta paciencia. Me veo a mí mismo arrojando piedras a un arroyo, no más de diez metros de donde mi padre. Mi madre no está. Pero ¿cómo es que veo a mi padre y a mí desde una posición donde, según recuerdo, no había nadie? ¿Cómo es posible que recuerde algo que no recuerdo haber experimentado? Espero que no sea solamente una de esas preguntas filosóficas que uno hace para conquistar mujeres. ¿Puede realmente uno recordar cosas no experimentadas? ¿Y qué si es mi imaginación y sólo eso? Pero otra pregunta que surge: ¿qué relación tiene con la silueta introduciéndose a mi cuerpo? ¡Puñetas mentales! ¡Eso es!
Oigo a mi padre cantar su canción favorita una y otra vez. Le pido que se detenga, pues pretendo estudiar. Esas noches leyendo libros sobre Historia de la Filosofía; qué noches más aburridas, más cuando llega uno a los Escolásticos. Esos sujetos saben cómo aburrir a alguien sin tener que sentarse a mirarte cómo tratas de entenderlos. “¡Qué Dios los entienda!”, a veces me decía, frustrado. Al llegar a la modernidad, sólo me preguntaba una cosa: “¿En serio?” Pero lo gracioso está en la así llamada posmodernidad. La humanidad se vuelve “pluricultural”, y ahora nadie se atreve a decir que hay un solo dios, ahora hay muchos (quisiera poder reírme de la ironía). Ya no hay sólo una cosa, pero todo es posible (dicen).
Siento la brisa veraniega entrar por la ventana de mi recámara. Esas tardes, cuando uno podía imaginar, solamente, sin tener que pensar en supercherías académicas. Me gustaba imaginar que era un extraterrestre, alguien extraño, fuera de este mundo. Vaya que eran días esos los de ayer. No tenía uno que preocuparse por sacar buenas notas o venir con una idea para refutar a un filósofo amaestrado. Porque en eso se ha basado la Filosofía desde su comienzo. ¡Cuáles ideas para que la humanidad progrese! Todos buscan decir lo mejor y nadie está de acuerdo con nada que no sea de suyo propio. Eso es todo. La humanidad es un saco de preguntas sin respuestas. Eso intenta la pregunta desde el principio, no ser contestada. ¡Qué trabajo quedaría para quienes las preguntan!
¿Soy yo quien pregunta?, ¿soy yo quien recuerda lo no vivido? ¿Quién responde? Yo respondo, estoy… plenamente consciente de que lo hago. Esto se ha vuelto extraño. Preguntas, cuestiones, interrogaciones, ¿qué es todo este palabrerío? ¿Realmente la silueta puso algo en mi memoria que no estaba antes? Si así fue, ¿quién es la silueta? Porque si tiene estas memorias, seguro que las obtuvo de manera empírica, digo, nos estuvo observando a mi padre y a mí.
Quizá sólo… sólo necesite dormir un poco. Claro, eso necesito ahora. Estoy cansado, he caminado y corrido como idiota. Tal vez nunca hubo nada desde el principio. El fusible, la cama, el hombre en la sala, el atizador, la mancha del pasamano, el diario de papá, la silueta, las memorias. Todo es una serie de trucos de una mente agotada. Si durmiese, todo acabaría. Pero nunca acabará, nunca dormiré en paz. Mis ojos no consiguen unirse, pegarse. Mi cerebro está apresurado por encontrar respuestas. Mi voluntad es débil ante la curiosidad de descubrir qué demonios sucede en la casa.
Revoloteo por la casa, como lo haría una polilla buscando luz. No hay luz hasta ahora y sólo voy tropezando con bombillas vacías de ella. La lluvia no cesa, ni lo piensa. Ese golpeteo de las almendras sigue, no se detiene. Ya no sé dónde más buscar respuestas. Me tiro al suelo, acongojado por el terrible sentimiento de angustia. Sería tan fácil poner la punta del atizador en mi corazón, pero también muy cobarde. Mejor… mejor… |