Aquella vez mi amiga dijo dirigiéndose a mí, “este imbécil piensa igual que yo”, y claro, yo lo tome como un gran halago, tal vez el mejor que me habían hecho en toda la existencia, a ella la consideraba una persona muy inteligente y seguramente si volviera a hablar con ella aun la consideraría, hace mucho que no la veo, la última vez fue en su funeral, se veía muy linda aunque estuvo algo lacónica, aquel día la lengua se me cayó al suelo y creo que esto no le gusto ya que me entere que volvió a morir y no me invito a su segundo funeral, de esto me aviso el diario, también por ese medio me entere que ella narro que lo de aquel túnel y aquella luz no existen y yo le creo, las fabulas infantiles me confunden, casi tanto como los heraldos negros de Vallejo. En sus últimas columnas la vi igual de linda como cuando la conocí, seguramente me habría enamorado de ella en la década aquella del post punk si no habría sido por la transfusión completa de sangre, esa que me dejo tan pálido como esta luz que me hace forzar la vista al escribir este sinsentido, y a ella tan ruborizada como la vez que no podía ocultar el endurecimiento de sus pezones porque el andrajoso que le gustaba le invito a dar una vuelta por la quinta galaxia, esa que tiene pocas estrellas y es bien oscura. Nunca había escuchado el chilhood’s end, es demasiado para mis ceruminosos oídos, ella seguro que sigue escribiendo tan bien como siempre sus endecasílabos de madrigal y se las va dedicando sigilosa y metódicamente a cada bastardo que le dinamita el corazón y desparrama parte de mi sangre por los baños de esos bares vomitivos y de olor a meo. Ya termino, solo espero que sus resacas no sean tan jodidas como las mías y que me invite a su funeral cuando se le ocurra volver a morir. |