“Aun con sus potentes motores en reversa, el trasatlántico fue arrastrado más y más en el canal”
Nota: Sacado del libro LOS MISTERIOS DEL SEÑOR BURDICK
Autor: Chris Van Allsburg
(Cada misterio tiene la imagen y la primera línea. El resto depende de la imaginación del futuro escritor.)
http://youtu.be/IXe2WYxLicE
“Aún con sus potentes motores en reversa, el trasatlántico fue arrastrado más y más en el canal”, fueron las palabras de mi editor en jefe, y agregó un momento después: “la realidad es que un mecánico chambón descompuso el sistema de navegación del trasatlántico Volare, orgullo de la marina mercante italiana, éste al ir en reversa sin control destruyó un edificio de departamentos de lujo, el edificio detuvo la loca carrera del barco. Quiero que tú como nuestro reportero estrella, entrevistes al mecánico y nos proporciones la versión de él, pero con un sentido humano, por gastos no te preocupes pues tendrás viáticos generosos”.
— Si quiere que la platique la verdad de lo que pasó, debe dejarme contar la historia a mi modo —me dijo el mecánico mientras saboreaba un fino champán Dom Perignon, en el bar más caro de Venecia a cuenta de mi periódico. Como yo, tenía autorización para gastos no me preocupé.
—Desde luego, lo que quiero es que me dé la versión de lo que pasó —no me quedó más alternativa que aceptar lo que me decía el maquinista.
Ahora les contaré lo que me platicó este técnico, les haré un resumen, pues fue más de una semana de sesiones alcoholo-nutricionales, con los más finos licores y la excelente comida italiana en lugares calificados con cinco estrellas. Además mi entrevistado era bueno para el sablazo, y agarraba lo mismo euros que dólares. La narración es la siguiente:
—Entre el trasatlántico Volare y su capitán existía un entendimiento completo, el capitán Brown maniobraba al barco con la difícil facilidad de un experto hombre de mar. En la tripulación del navío estaba Claudia, una bella ragazza italiana, que era una azafata muy solicitada por los turistas de todas las nacionalidades que en cada viaje atiborraban el barco, decir que era hermosa sería sólo un lugar común, donde ella estaba, todas las demás mujeres no existían, su belleza contrastaba con la imagen del capitán, éste era un excelente marino, pero su físico dejaba mucho que desear, un cincuentón chaparro, gordo, calvo, usaba unos lentes que hacían que sus ojos se perdieran detrás de los gruesos cristales; viudo de muchos años, con un hijo médico que no se preocupaba para nada del papá. ¡Pobre capitán Brown!, se enamoró como un becerro de Claudia, le ofreció matrimonio, pero ella le dijo: “no necesitamos casarnos, ya que nuestro amor es sincero”. El capitán sacó de trabajar a su dulcinea, le compró un departamento tipo penthouse con finos acabados, para gustos refinados, con una vista espectacular a orillas de un canal que comunicaba directamente con el mar Adriático, a escasos metros de donde estaba la base del trasatlántico Volare y que desde el departamento, el barco se apreciaba en toda su magnitud cuando estaba anclado. También le compró un auto Lamborghini Reventón. Así las cosas, los ahorros, que con tanto esfuerzo durante su vida de marino había juntado, volaron, como dice la canción, que supuestamente era la canción de los dos, y que el capitán con buena voz pero con pésimo italiano le cantaba:
Volare, oh, oh! Cantare, oh, oh, oh, oh!
Nel blu, dipinto di blu, felice di stare lass.
Nel biu, dipinto di blu, felice di stare lass.
En el último crucero que el Volare realizó al mando del capitán Brown y que visitaron puertos en Grecia, Turquía, Egipto, España…, el capitán recibió un telegrama de Claudia diciéndole que se había casado con Ángelo, un guapo gondolero veneciano y que le dejaba al capitán como regalo, el recuerdo de sus amores y ella para recordar al capitán se quedaba con el penthouse, el auto Lamborghini y el dinero que el enamorado capitán había depositado en la cuenta bancaria de ella. El capitán tuvo el buen criterio de morirse de un infarto.
—¿Por la pena de amor? —le pregunte al narrador— y éste siguió contándome molesto por la interrupción:
—No, por el coraje y ahí nació la leyenda del capitán y su barco, dicen que su alma dolorida pena por todo el barco cuando éste se acerca a Venecia. El barco ya le dije a usted, que obedecía en todo al capitán Brown y cuando sucedió el accidente, del cual me culpan. ¡Yo no fui el culpable!, sino que el alma del capitán le ordenó al barco destruir el penthouse de la ingrata Claudia, ¡la venganza siempre ha sido un dulce placer!, incluso para una alma en pena —el operario puso fin a su relato mientras degustaba un Whisky Buchanan‘s de 18 años.
Mi editor en jefe, cuando vio la cuenta de gastos que le presenté y leyó mi reportaje, primero, se quedó sin habla, y tuve miedo por el color de su rostro que le pasará lo que al capitán Brown, sin embargo, respiró profundo, se calmó y con voz serena pero firme simplemente me dijo:
— ¡Estás despedido!
Creo que el haber perdido mi empleo fue una injusticia.
— ¿No creen?
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