El sudor le quemaba los ojos, estaba cansada de llorar. Entre sollozos y lamentos el dolor rasgaba las paredes apoderándose de su cuerpo y su entorno. La daga del duelo corroía su piel quemándole hasta el alma. Nunca antes se imagino que este día llegaría. Tantos te amos que se le quedaron en los labios, tantos abrazos que se aguanto, formaban parte de los "hubiera" que se agolpaban en su mente. El pilar de su vida, la fuente vital de esa fuerza que la mantenía en marcha yacía ahora en un cajón. La vida ya no se leía en sus ojos y aunque amo hasta la muerte el amor se había borrado de su rostro. Con una expresión tan rígida como la muerte misma sus ojos permanecían inertes, como esperando ese último respiro de vida. Sus manos ya no empuñaban los utensilios de cocina, sus labios no esbozaban más sonrisas coloridas y el peso de su ausencia le estrujaba hasta los huesos...