¡Ay mi viejita! El primer amor en el sendero de mi vida,
en tus apagados ojitos de mirada vaga,
aún miro el fulgor, color de luna con calor de sol,
que nos cubriera a los cuatro desde la cuna.
En tu frente donde un siglo ha marcado su paso
aún veo aquella mente que esponjaba ciencia.
Y tus labios marchitos que al murmullo no llegan
aún los veo partirse emitiendo los versos de las rosas de Arriola
de Villaespesa el alcázar, o la triste princesa.
En tus manos caminos, que ahora hoyan punzadas
aún veo bordados que mi abuela guiara,
aún veo moverse dibujando tu letra
aún siento buscar en mi frente la fiebre,
el simbólico nalguear de tus tiernos castigos.
En tu cuerpo que el tiempo ha encorvado y hace chico
aún veo tu silueta elegante y mojada
en un fugaz momento por una ola enmarcada
allá en nuestro Puerto de la patria lejana.
En la inmensa tristeza que mi corazón embargo
aún siento una dicha porque talvez ya pronto
te unirás a aquel feo, viejo lleno de gracia
señor de mil mentiras, varón de cien batallas,
bailador elegante contigo al ritmo de “Nena”.
Y en esta agonía de verte casi sin vida
aún siento placer porque sé que te espera
nuestro hermano querido, presto a darte emociones
aguardando tu aplauso, tu grito de alegría
porque además de halos, de liras y de alas
el cielo para serlo, para llamarse “cielo”
sabra de competencias, de sudor y de juego.
Y ahora que no hablas, que no sé si me escuchas
al bajar mi cabeza para besar tus manos
aún me das besitos, tus débiles caricias
y yo sé que me quieres y sabras que te adoro.
¡Ay, viejita, mi viejita
no te vayas, te suplico!
( Marzo, 1999)
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