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El fin del mundo
- Hay algo que te tengo que decir antes de que se acabe el mundo.
-No creo que sea este el momento, ni encuentro razones objetivas del inminente cataclismo. Una mala noche tiene cualquiera.
-Puede que tengas razón, pero necesito a alguien que me escuche.
La verdad es que recurrentemente aparecen profetas del Apocalipsis con rimbombantes anuncios del fin de los días y Elena no estaba con humor de escuchar pavadas de esa índole.
-¿Porque no pruebas contárselo a un sacerdote que están más dispuestos a prestar sus oídos a los necesitados? Dejémoslo para otro momento.
-Es que con padrenuestros y avemarías no se soluciona esto
La insistencia del devenido profeta logró captar la atención a su interlocutora. Su profesión de Escribana poco ayudaba a empatizar con el individuo que insistía con su mensaje.
-Está bien, dispara con lo que tengas que decir.- Elena pensaba que de esa forma podría desprenderse más rápidamente de la incómoda situación.
Javier, un individuo de alrededor de 40 años, algo delgado, con barba de unos tres días, de contextura mediana vestía con impecable traje negro, se llenó de alivio a la intención de la escribana.
Lo que parecía una simple confesión se transformó en un relato que atrajo la atención a la hasta ahora indiferente Elena que escuchó con devoción pagana.
-Es por ello que estoy convencido del fin del todo.
Lo más sorprendente era que ese final al que aludía Javier estaba en las manos de él mismo.
¿Por qué a mi? Se preguntaba la escribana. Y porque no le devolvía su conciencia.
Comenzó una carrera contrarreloj para detener el fin del mundo y comprendió que el asesinato era la única forma de evitar el holocausto. Pero que frialdad tenía que tener una persona para cruzar esos límites, habida cuenta de que Elena no mataba ni a una mosca.
Se citaron esa misma tarde en la Plaza Mayor, frente a la gran fuente de las Nereidas, monumental obra que simbolizaba el nacimiento de la diosa Venus.
Fue más sencillo de lo que esperaba, una daga que le incrustó en el estómago, ante la mirada absorta de su víctima selló su destino.
Los diarios titularían de crimen pasional de una mujer despechada que sintió que el mundo se acababa si Javier, su amante, la abandonaba.
OTREBLA
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Texto agregado el 19-10-2014, y leído por 198
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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30-10-2014 |
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Esta bien el texto eslavida |
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23-10-2014 |
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Buen relato. elpinero |
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