Era bibliotecario y custodio de muchos libros. En sus ratos libres observaba fotografías antiguas, era su mayor placer.
Un día vio una en la cual se reflejaba una hermosísima y joven mujer, rubia, con ojos que reflejaban todo el océano; estaba sentada sola y pensativa, en un banco de una plaza ciertamente parisina de mediados del siglo diecinueve.
Largas horas miraba la imagen, tratando de imaginar que tristeza afligía a esa hermosa mujer. ¿Tendría novio o marido?, se pregunto. ¿ Porque esa triste con tanta belleza ?.
Su ansiedad comenzó a crecer. En sus sueños la veía pero nunca podía hablar con ella. Comenzó a creer que estaba loco; además, esa mujer ya no existía, habían pasado más de un siglo y medio.
Por otra parte, su existencia era miserable; siempre culpo a la naturaleza por no haberlo favorecido. Su espalda encorvada, su rostro tan fuerte y poco armónico, lo angustió toda su vida. Solo se refugiaba en su trabajo y en esas fotografías. Soñaba con esos lugares y personas que veía.
Una noche, hizo lo impensable, hurto el libro en donde esta esa bella mujer y se lo llevo a su casa. Se quedo mirando la imagen varías días y noches. Casi no comía ni se aseaba. Dejo de ir a su trabajo. Solo la fotografía y la mujer era toda su vida. Se enamoro de esa imagen.
Un suceso muy extraño ocurrió, este hombre penetro la imagen e ingreso en la fotografía. La fuerza que lo impulso le hizo caer de rodillas. Se levantó rápidamente y vio a la mujer. No podía creerlo, por fin. Caminó hacia ella. Nada ni nadie lo hubieran detenido. Se paro ante ella y le pregunto que le pasaba, confesándole que hacía mucho tiempo la observaba. La joven mujer le dijo: “Ne vous embêtez pas, s'il vous plaît”. (no moleste, por favor). El hablaba español no francés. La mujer consideró que era un extraño e impertinente. Solo se retiro. Este hombre quedo prisionero en una época y lugar desconocido, solo por una vaga ilusión.
A veces, no todo lo bello e intrigante es afortunado. |