Sabio y virtuoso sacerdote limeño, su vida fue un constante ejemplo de superación y austeridad, su talento era reconocido y su fama creció y llego a los más altos grados en la jerarquía civil y eclesiástica, desde la soledad de su curato donde se desempeñaba, procuro contribuir a la educación, fundando escuelas o en los estudios universitarios combatir las ideas perniciosas que se habían infiltrado en el orden social, amante de la filosofía y el derecho se dedicó con todo ardor a profundizar en su estudio, conoció a fondo los males de la época, y ese conocimiento lo ayudo a prepararse para encarar los peligros que corría la juventud universitaria.

Nombrado por el gobierno rector del convictorio Carolino, emprendió la carrera del magisterio, fue un excelente maestro y supo inculcar en sus alumnos el más grande entusiasmo por los estudios y la investigación, así consiguió formar una generación regenerada por sanos principios de moral y religión, que preservarían a la sociedad de los daños que la amenazaban.

Sus múltiples merecimientos y su bien reconocida sabiduría, lo hicieron acreedor al nombramiento como miembro de la comisión revisora de los códigos que se publicaron en 1852, fue un político atinado y diplomático inmejorable, tuvo a su cargo las carteras de justicia y relaciones exteriores, más tarde la representación del Perú ante la santa sede como enviado extraordinario, su comportamiento en tan delicados cargos fue magnifico, llamando la atención de las cortes Europeas por su extraordinario don de gente, corrección y hombría de bien, a su regreso fue nombrado consejero de estado y director general de estudios.

Escritor de nota en sus variadas obras , compuestas de discursos, exposiciones y memorias, dejan sentado su prestigio e inteligencia, una de sus obras es la notable explicación del “fundamento del juramento”, otra es la luminosa y profunda nota sobre el derecho de Pinheiro Ferreira y sus textos de estudio compuesto para sus alumnos sobre lógica y teodicea.

Su virtud y talento lo elevaron a los más altos cargos ciñendo la mitra de obispo de Arequipa, pero donde logro mayor luminosidad y brillo fue en el desempeño de la presidencia de la cámara de diputados, en ella fue director y lumbrera de sus colegas, debiéndose a él la reforma de la constitución liberal del año 1857, don Pedro II emperador del Brasil y el Rey Víctor Manuel de Cerdeña, lo distinguieron con las condecoraciones de la gran cruz de la orden de Cristo y la de los santos Mauricio y Lázaro.

Bartolomé Herrera murió en Arequipa a los tres años de su administración episcopal, don Teodoro del Valle quien más tarde fue obispo de Huánuco, tuvo para monseñor Herrera el siguiente elogio que fue pronunciado en las solemnes exequias rendidas por la cámara de diputados el 17 de diciembre de 1864:

“Bartolomé Herrera fue el sabio sin aspereza, filósofo sin ostentación, negociador sin dolo, político sin maquiavelismo, sagas escudriñador del pensamiento y diplomático consumado”.