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Sabe, trabajar con un gramo de cocaína define a un mal sicario. Yo lo soy. La esnifé... seguido de otros. Y así me fue. Morí atropellado por el treinta y tres en la esquina de su bar. ¿Lo recuerda, no? El día que casqué venía a matarle. ¡No se preocupe amigo! Tengo un nuevo asunto entre manos. Ríase conmigo de los miserables tres mil euros por los que iba a retirarle. Será el último. Uno más y dispondré de por muerte de toda la cocaína que guste en el cielo. Dios controla parte del negocio, y el Demonio me ha contratado para liquidarlo. ¿Un trago? Acepto su invitación. Le saldrá gratis. Dicen que los muertos no beben. |
Texto agregado el 31-08-2004, y leído por 152 visitantes. (2 votos)
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