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Parásitos

Uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la humanidad no fue registrado en la historia aún cuando hubo muchos testigos. Los sucesos iniciaron a principios de febrero del 2012 después de que el Dr. Franz descifrara los glifos silábicos de las Estelas Mayas extraídas de las excavaciones de Cobá en Quintana Roo, México. Las figuras precarias revelaron que el pueblo de Xocen era el lugar exacto donde estaba guardado el secreto del origen de la Civilización Maya.

Al visitar el sitio, el Dr supo que los naturales de Xocen entonaban un canto ritual para venerar una cruz ígnea que consideraban el centro del mundo. Franz se las arregló para reafirmar su geocentrismo al contarles que el lugar era el centro geométrico del triángulo equilátero que formaban tres ciudades importantes de la cultura Maya: Chichén Itzá, Cobá y Ek Balám.

Las imágenes primitivas en la roca calcárea hacían referencia a la cruz que estaba incrustada sobre un montículo en los lindes selváticos del pueblo y marcaba el área donde se encontraba la pirámide que contenía el origen de los Mayas. De modo que después de convencerlos y purificarse con un trance chamánico, en donde arrostró las facciones diáfanas de Kukulkan con su plumaje zarandeado por el viento, se dedicó, junto con su asistente el arqueólogo Cohuo, a rascar los entresijos de la tierra con la misma tenacidad de un escarabajo carábido hasta dar con una roca que tapiaba la bóveda central.

El bloque petreo mellado por glifos contaba los avatares de una especie parásita de origen extraterrestre que se enquistó en el cerebro de una especie terrícola. Como si lo expresado en la escritura rudimentaria fuera poca cosa lo que descubrieron tras desplazar el monolito, respirar el aroma milenario de la oquedad y dispersar con las palmas de la mano el polvo, los aporreó hasta la médula. Fue así como hallaron una roca en forma de huevo guardada en una vasija de barro sellada con miel de abeja. La piedra del tamaño de un fruto de mamey tenía aspecto de un cuarzo lechoso, con una figura elíptica de color negro en el centro y que al contacto humano obtenía un resplandor que parecía titilar.

Fue después de escrutar el interior de la vasija que vieron la inscripción cuya traducción “Cuando el día y la noche logren equilibrio; el ojo de Kukulkan todo lo mostrará” provocó que el Dr. Franz cerrara los ojos y los estrujara con sus manos polvorientas como si no diera crédito a la lectura. Minutos después de tratar de dilucidar el significado de la sentencia omnisciente del objeto, Cohuo sugirió que en los equinoccios el día y la noche tenían la misma duración y era la fecha en la cual la civilización Maya consideraba que Kukulkan descendía de su templo para mostrar su poder al pueblo.

Fue así como sucumbieron a la idea de mantener en el anonimato la roca para empotrarla en la oquedad que figuraba el ojo de la serpiente del templo de Chichén Itzá y así calar de una vez por todas si su deducción era correcta, mientras tanto se las ingeniarían para mantener oculto el descubrimiento.

El único escollo real que debían salvar era la vigilancia severa que realizaban los indígenas de Xocen, quienes desconfiados por naturaleza hacían guardia a la entrada de las excavaciones para cuidar que los dos arqueólogos, o alguien más, no “robaran” lo que consideraban sus tesoros. Merced a la pericia de Cohuo lograron extraer la pieza dentro de la cantimplora tajada transversalmente para cubrir la piedra elíptica.

Ya afuera, las sombras de los árboles y el polvo impregnado en el sudor distorsionaban las facciones de los dos hombres, daban la impresión de ser la versión lamentable de criaturas terribles que surgían del subsuelo, los moscos machacados en el rostro que dejaron máculas de sangre apoyaban la visión, para completar la escena bizarra una parvada enorme y caótica de murciélagos levantó vuelo desde las cavernas primitivas del “cenote” que proveía de agua al pueblo.

Tiempo después al Dr. Franz lo despertó el canto de un gallo que rompió la noche, el día decisivo había llegado. Era el 20 de marzo del 2012, toda la mañana habían aguardado con paciencia y preparando los detalles para observar el descenso de la “Serpiente Emplumada”. Faltaban tres horas para el crepúsculo, Franz y Cohuo permanecían imperturbables bajo el sol despiadado, “el huevo” yacía incrustado en el ojo de la serpiente. Conforme declinaba el sol las sombras emitidas por las nueve plataformas de la pirámide empezaron a figurar los triángulos isósceles invertidos en la base de la escalinata. Cuando se completaron los siete triángulos, el último reducto de luz se proyectó en la cabeza de la serpiente que se encontraba en el quicio de la escalera.

Fue entonces que descollaron los primeros reflejos del ojo que se impactaban en el bajo relieve principal de la entrada a la cancha del “juego de pelota”. La figura imprecisa por la erosión que representaba a un hombre decapitado del que brotaban chorros de sangre en forma de serpientes tomaron un sesgo distinto: Con la luz los chisguetes figuraban un organismo vivo como artrópodo que se incrustaba en el cerebro de un hombre con el mismo apremio que un monstruo marino se sumerge en las profundidades del mar para ocultarse.

Las imágenes anegaran los ojos de unos turistas que fascinados contemplaban la revelación, los menos lloraban desconsolados en tanto que la mayoría se arrodillaba sobre el piso deteriorado por tanta pisada y proferían oraciones en su lengua natal. El Dr. Franz también se dejó caer de rodillas, demudó el rostro al encarar que el mensaje era fidedigno, cerró los ojos y midió el alcance de sus deducciones al repasar mentalmente las rudimentarias figuras de la Estela Maya que había traducido como: “Nuestro origen permanecerá en la memoria de nuestros huéspedes que siempre se preguntarán por qué miran las estrellas con nostalgia”.

Lo que ocurrió después quedaría fijo en la memoria de dos niños que atestiguaron como el “ojo de Kukulkan” se hendió para dejar salir los organismos que apenas salían adquirían invisibilidad para borrar del conciente colectivo cualquier vestigio de su existencia.

Texto agregado el 17-10-2014, y leído por 448 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
13-11-2014 Este lector que gusta de la historia quedó de sobra complacido con el relato. La mezcla de la ficción con elementos estrictamente históricos la convierte en invitación perfecta para adentrarse en el conocimiento de la cultura maya. El misterio, característica intrínseca del mito, es conservado hasta el final, logro del manejo narrativo bien pensado. Raramuri
08-11-2014 ìEsto es ficciòn històrica! y de alta calidad. te felicito alexandrocasals
31-10-2014 Un texto que informa, entretiene, y enseña. Gracias, maestro. glori
28-10-2014 Me encantó,es de esos textos en los que una se informa y vibra a través de su historia***** Un abrazo VICTORIA 6236013
18-10-2014 Ahhhh... Fantástico Luq. Desde el inicio con "nuestras" raices prehispanicas, hasta el terrorifico desenlace. Me quede helado. Queria seguir leyendo mucho, mucho, mucho. Cinco aullidos a Kukulkan yar
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