Corre, corre, corre,corre. Sigue corriendo por esos ojos que no volverás a ver jamás. Corre hasta desfallecer, sintiendo tu columna sobre tu cuerpo, sobre tus huesos, sobre tu ser entero.
La has seguido durante meses, días, estaciones,lluvias,soles, soledades, murmullos, carcajadas, vuelos atrayentes, inmortalizando los aires por donde la brisa de sus cabellos habían cruzadose con el viento matinal de esas albas plagadas de historias bellas.
Sìguela, ese era mi pensamiento en aquellos días de otoño....seguía viéndola con el rabillo del ojo. Su mirada flameaba por entre medio de esos rostros opacados por silencio.
En esos tiempos, siempre me había tocado compartir ese pequeño espacio que estaba a los pies de la micro con señoras de elevada edad (A las cuales no les cedían el puesto los escolares), desde donde podía percibir esos ojos cremosos que me acompañaban todo un viaje, toda una vida en aquel entonces.
La observé durante dos semanas seguidas, sin poder apartarle la mirada ni un instante. Ella, siempre mirando hacia el infinito, hacia otras constelaciones inalcanzables.
Seguí viajando por meses en la escalinata con la esperanza de poder verla alguna vez, pero no, ya era parte de un pasado hermoso en mi memoria.
Desde aquella luz en mi vida, no he podido concebir el sueño de forma regular. Despierto en las noches, duermo de dìa (Incluso he dormido parado observando el sol), levito entre las sensaciones que me quedaron plasmadas.
Todavía recuerdo como la sangre revoloteaba en mis venas, zigzagueando de forma alegre, clamando por encuentros próximos que nunca se concretaron.
Desde ese día he esperado que la micro se llene, mientras observo sentado en el paradero.
Y siempre me subo al último, esperando que el rabillo de mi ojo se encuentre con esos ojos celestiales, provenientes de otras galaxias paralelas del ser.
Siempre esperaré a esos ojos que me hicieron temblar de emoción, ojos a los cuales nunca más veré.