Te queremos como a una igual,
pero con nosotros no vendrás.
Existe cierto problema, cierta cuestión legal:
no eres española, nada personal.

Cuando eso oyó la hermana Paciencia, contagiada del virus mortal,
se despidió del padre Miguel, a quien ayudaba en el hospital.

Él sería atendido en España, para su vida salvar.
Ella se quedaría en Liberia, la muerte a esperar.

La medicina, finalmente, no pudo al buen padre curar.
La enfermera, dejada en manos de Dios, se curó por Su voluntad.

Y la sangre de Paciencia se convirtió en el remedio más eficaz.
Y no dudo un instante en venir a España, en un acto de generosidad.
Y las autoridades la recibieron con honores, halagos y todo lo demás.