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Me levanto todos los días a intentar hacer algo con mi vida. Trabajar, estudiar y sobre todo vagar. Cuando me refiero a vagar, quiero decir hacer nada, literalmente nada; sin embargo, no es posible hacer nada, siempre hay que hacer algo. Intento concentrarme en mis cosas, en lo que tengo planeado, pero no lo logro. El alma necesita constantemente una droga, algo que la llene, pero tiene que ser algo constante. Una adicción sin límites. Por más que trato de concentrarme en mis cosas, no puedo. Necesito escuchar música todo el tiempo, casi que no puedo dejar ni un solo minuto del día sin escuchar algo.

Cuando tengo que ir a desayunar, almorzar y comer no quiero sentarme a deglutir los alimentos, me molesta mucho tener que sentarme a comer, como lo hacen todos los animales que se organizan para comer. Mis padres insisten en que debo sentarme con ellos a comer, pero yo les digo que no soporto tener que hacer eso. Todos los días me pregunto qué es mejor ¿escuchar música o trabajar? Y la verdad es que prefiero escuchar música, pues me alimenta para seguir soñando, el día que no escuche música, ese día puedo caer en una cama postrado incapaz de hacer algo. Mi rendimiento diario es muy bajo, pues entre trabajar y escuchar música, siempre escojo lo segundo.

Tengo que decidir entre vivir drogado o aceptar el horror de la realidad, lo segundo es más difícil que lo primero. Muchas veces prefiero pasar todo el día como viven las personas de los hospitales con suero en una cama, alimentándose así para poder seguir con vida. Asimismo, yo necesito escuchar música para vivir, para sentir que existo. Es como si literalmente me estuviera alimentando de los sonidos, sonidos sin mensaje, sólo sonidos que alimentan mi alma, todo mi ser. Y yo me sumerjo en cada nota, en cada figura musical, en cada silencio, en cada ligadura, en cada escala, en cada compás, en cada acorde de guitarra, en los vibratos, los falsetes y todos los efectos de la voz; en cada instrumento con su particularidad. En el slap del bajo, en los efectos excéntricos de la guitarra eléctrica (bend on, pull off, los tipos de tapping y sweet picking, hammer on, las notas fantasma, los armónicos naturales y artificiales, en las distorsiones, en los wahs, en los palm mute y todos los demás efectos).

Así en general, en cada instrumento, en el sentimiento de cada músico me sumerjo y paso horas como drogado, como en otro mundo. Luego tengo que volver a la realidad; sin embargo no puedo desligar en ningún momento de mi vida la música, siempre oigo algo, hasta el sonido de las teclas me produce algo de placer. Y sobre todo, la música hay que escucharla a alto volumen, porque si no es así, no tiene el sentido adecuado. No importa el género, la mayoría de las letras y los músicos no dicen nada interesante, pero escuchar algo de sonidos estructurados da algo de paz.

Casi no tengo música para escuchar con letras que valgan la pena, la música moderna debe desaparecer pues no habla del horror de la realidad; los temas siempre son los mismos: hablan del amor, de problemas sociales, pero casi nadie, por no decir que nadie se ha atrevido a hablar acerca del horror de la muerte. Sin embargo, el amor está siempre presente en todos, y yo amo mucho, por eso disfruto los sonidos de la música y siempre la escucho a alto volumen, pues cuando me muera no voy a escuchar nada.

Texto agregado el 12-10-2014, y leído por 190 visitantes. (0 votos)


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