La imagen del Sagrado Corazón de Jesús dentro de una bolsa de nailon y apretada por el ducto exterior de la electricidad que asciende hasta el enchufe. La pared de revoque bolseado, indicios de ser una vivienda de Plan Estatal. Se puede sospechar que sea una vivienda de Mevir, el Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre en el medio Rural. (El nombre es extenso porque el fundador estaba acostumbrado a lo extenso). Pintada de amarillo-peñarol y atravesada por cables que cuelgan del enchufe arriba a la derecha, flamean hacia el otro lado llevando energía, uno a la portátil y el otro tal vez a una estufa eléctrica dada la fecha de publicación de la foto: 27 de Junio. Colgando en la parte central de la pared dividida en tercios, arriba, asoma un cuadro de papel crepé de color verde inglés y adentro, con el vértice inferior apoyado perpendicular al borde inferior una silueta similar a la de una paleta de ping pong en dos tonos de, también, verdes: el borde el más intenso en oscuridad y el del relleno uno a medio camino entre el verde del fondo y el del borde de la silueta. Está inclinado por el descuido. Abajo a la izquierda algo más de la mitad del sombrero de una lámpara portátil que está sobre una mesita ratona recostada a la pared, se la ve cubierta por un tejido en hilo blanco, a crochet. Los fotografiados miran a la cámara. El, desde sus ojos con el mirar cansado de los miopes, con ojeras repintadas por el suave marrón de los cristales, muestra un signo inequívoco de paz interior. El área del cabello rapado que asoma algo más de un centímetro de largo comienza recién cuando la frente, en forma de pirámide trunca y de un color blanquecino que denota el uso de gorra con visera, termina su recorrido amplio. Bajo la punta de la nariz de un color rosáceo que emparcha la cara del hombre su boca de labios finos bosqueja una sonrisa de prognatismo leve. La mandíbula inferior, amplia, poderosa, está cubierta por una barba incipiente que cuelga como un velo de una línea imaginaria de oreja a oreja y pasando por debajo de la nariz, rodea la boca y se diluye en el cuello. Ella, parada a su lado, ha recostado la mejilla derecha sobre la cabeza del hombre y lo ha abrazado con su brazo derecho sobre el cual el recuesta la cabeza con confianza que refuerza la sensación de serenidad que revela. El cabello de ella, recogido hacia atrás y atado en una cola presumible, comienza en un cerquillo que se apoya sobre la frente como patas de tarántula, hasta cubrir las cejas, sin incomodarle la visión. Los ojos, apoyados sobre una elipse de piel oscurecida, acompañan en el gesto la enigmática sonrisa marcada en sus comisuras.
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